Vivir de nuevo

Sin prisa recorrió el estrecho túnel, un tanto frío, pero curiosamente iluminado. Cuando se aproximaba a la salida, los incandescentes rayos de sol que penetraban desde la boca del túnel nublaron la vista de Alberto por algunos segundos. 

Sin prisa recorrió el estrecho túnel, un tanto frío, pero curiosamente iluminado. Cuando se aproximaba a la salida, los incandescentes rayos de sol que penetraban desde la boca del túnel nublaron la vista de Alberto por algunos segundos. 

Mientras inspiraba y expiraba profundamente con placer imaginaba que ese era el lugar perfecto donde le gustaría envejecer: tranquilo, solitario, silencioso, rodeado de aire puro con mucha naturaleza y, sobre todo, despoblado, sin gente. 

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La resistencia

Ella observaba con curiosidad, casi infantil, desde la diminuta ventana de la oscura y triste habitación, de escasos dos por dos metros, las tercas hojas de la copa del único árbol que coronaba el austero jardín de aquel patio donde raramente podía caminar. Se resistían firmes y altivas a caer; se bamboleaban de un lado a otro combatiendo la furia del viento y la furia del agua; signos inequívocos y caprichosos de la naturaleza en su estación del año preferida. Le recordaba cuando dos décadas atrás contemplaba desde la ventana de la habitación en casa de su abuela cómo los árboles se desnudaban. 

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La huida

Los pasos firmes sobre aquel viejo piso de madera que se aproximaban desde el corredor a la inmensa habitación le producían, como de costumbre, un largo escalofrío; Federica se giraba, daba la espalda y cerraba con más firmeza sus grandes y profundos ojos azules mientras la religiosa recorría todo el espacio, guiada por la tenue luz de su vieja linterna. La rutina era la misma: caminaba hacia el final del pasillo, verificaba que todas las niñas estuviesen durmiendo, luego se dirigía a su cuarto y al oír que se cerraba la puerta el pequeño cuerpo de la niña de siete años recobraba la normalidad;  se disponía a rezar como de costumbre y terminaba formulando el mismo deseo que repetía como si contara ovejas para dormirse: ¡Que pronto aparezca una familia que me adopte  y me lleve de aquí!, que pronto aparezca una familia que me adopte y me lleve de aquí!, que pronto aparezca una familia que me adopte… hasta que el cansancio y la impotencia finalmente la vencían en un profundo sueño.

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Sonata para flauta de Bach

No sé cuánto tiempo había transcurrido ahí, de pie, siempre le  sucedía lo mismo,  aunque sabía el repertorio de memoria perdía siempre la noción del tiempo y el espacio, y lo prefería así;  no hacer consciencia de los minutos transcurridos, no le importaba, solo se dejaba llevar por los sonidos perfectamente sincronizados, uno tras otro, como el tic tac del reloj y emprendía su viaje.

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Cómo construir y gestionar relaciones saludables

Qué duda cabe que uno de los mayores anhelos que puede albergar un ser humano es establecer relaciones saludables en su entorno: familia, pareja, trabajo, amistades. Todos aspiramos a construir vínculos que sumen y aporten crecimiento, bienestar y paz en nuestra vida. Somos por naturaleza seres sociales y en nuestro quehacer cotidiano establecemos contacto con un sinfín de personas en diversos ámbitos y que desempeñan distintos roles. Precisamente para abordar cuáles son las claves esenciales para construir y gestionar de forma sana dichas relaciones, la psicóloga y coach ontológico venezolana, residenciada en Milán, Italia, María Esther Leal, nos da luces y herramientas al respecto.

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De vuelta

Una y otra vez probó todas las llaves que tenía en aquél gastado llavero. Finalmente logró abrir la hermosa puerta en roble tallada cubierta por un espesa capa de polvo; el chirrido por las bisagras envejecidas y resecas le produjo una desagradable dentera que le recordó cuando la maestra para acallarlos, unos cuantos años atrás, deslizaba a propósito la tiza por el pizarrón produciendo el intenso sonido que lograba el cometido en aquélla vieja escuela a una cuadra justo de la casa. La penumbra era la protagonista de aquélla enorme sala con muebles cubiertos por sábanas. Observó la enorme lámpara central que pendía del techo y las lágrimas estaban rotas, hileras incompletas, unas más largas, otras muy cortas, sin las gotas de luces que años atrás iluminaban generosamente el espacio predilecto de la familia. También su llanto estaba roto. 

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El hijastro

A toda velocidad condujo dos horas para llegar hasta ella; en el camino oraba por poder despedirse antes que falleciera. Esa madrugada lo había despertado el teléfono con la mala noticia que su mamá se había agravado. Dos días atrás, habían transcurrido todo un día juntos y la notaba de mejor semblante y apetito. Leonardo le había comunicado que tenía que ausentarse durante el fin de semana para asistir a un congreso médico, pero que si no estaba en condiciones no iría. Carmen le dijo que no era necesario, que se sentía mejor, que fuera y cumpliera con sus compromisos. El estaba arrepentido de haber accedido a la petición de su madre.

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Casi perfecta

Sentada en primera fila estaba disfrutando el concierto magistral y maravilloso de esta espigada y hermosa joven de apenas diecinueve años; el público la ovacionaba al terminar cada ejecución. El repertorio incluía las piezas de grandes clásicos y también jazz. Una sublime fusión de ambas la hacían sobre el escenario única, especial y con una voz que parecía dibujada por los ángeles. Las lágrimas corrían sin pudor por mis mejillas, aquélla niña era toda una mujer, toda una artista y yo estaba ahí para apoyarla, su profesora durante ocho años.

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¿Ser feliz o tener la razón?

Una pareja atraviesa un momento afortunado, él obtiene una tentadora oferta de trabajo que representa un cambio maravilloso de sus condiciones económicas. El futuro empleador lo invita a cenar a un restaurant y le pide que vaya acompañado de su esposa. Llega el día de la cita. Él le pide a ella que busque en google la dirección del restaurant, se arreglan y salen en su vehículo. Conectan el GPS que empieza a dar indicaciones. Toman una vía incorrecta, ella se percata del error y le dice: cruza en esta calle, él responde, no, en esta calle no es. Ella decide callar, sabe que van en la dirección equivocada. Continúan, el navegador les indica que tienen que dar la vuelta y regresar porque van por la vía equivocada. Finalmente llegan al restaurant, cenan en la máxima tranquilidad, el cierra el trato de su nuevo cargo de trabajo. Salen felices del encuentro. Cuando van de regreso a su casa por la misma vía el esposo pregunta:

-¿Por qué si tu sabías que había que cruzar en esta calle, no me lo dijiste?, luego no insististe cuando yo te dije que no.

Ella responde:

-Porque yo pensé que si insistía eso iba a terminar en un conflicto entre nosotros. Que te ibas a poner de mal humor y cuando llegaras a tu reunión  tu actitud no sería la misma,  y yo me hice la pregunta, ¿qué es más importante, ser feliz o tener la razón?”.

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El Testigo

Observé cómo caminó lentamente hacia la cama clínica que habían instalado en el cuarto de estudio en la planta baja de la casa para hacerle, un poco más cómoda, la corta vida que le quedaba. Ya Genoveva no podía subir y bajar escaleras por sí sola. Me pregunté qué podía hacer a esta hora allí, si suele llegar solo en la noche y por qué había entrado sigilosamente a la casa.

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La criada

Matilde frotaba una y otra vez con toda la firmeza, y al mismo tiempo la  delicadeza que sus manos le permitían, el paño sobre la cubertería fina de plata; arriba, abajo, arriba, abajo, limpiaba, y luego alzaba cada tenedor, cuchillo y cucharilla y colocaba frente a su rostro hasta comprobar al trasluz que estuviese  brillante. Mientras lo hacía recordaba los años en que religiosamente le era asignado en el comedor del orfanatorio de las monjas donde se  crió pulir toda la platería que ellas tenían y se rió con ironía porque no pensaba que la vida le devolviera como bumerang algo de lo que ella dijo nunca más haría: limpiar platería como una esclava.

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Mar Aguilar, una artista española

El arte me da libertad 

Dedicada al arte desde 1996; se trasladó a Italia el año 2005. Se define “ecléctica y experimental”. No cambiaría por nada la libertad de ser free lance y ocuparse de todos los aspectos que engloban su trabajo. Para ella el arte es una forma de vida y un modo de comunicar. Se manifiesta extremadamente respetuosa de aquello que una obra puede transmitir, creyendo que debe proporcionar a quien la adquiere dos elementos esenciales: belleza y serenidad.

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La criada

Matilde frotaba una y otra vez con toda la firmeza, y al mismo tiempo la  delicadeza que sus manos le permitían, el paño sobre la cubertería fina de plata; arriba, abajo, arriba, abajo, limpiaba, y luego alzaba cada tenedor, cuchillo y cucharilla y colocaba frente a su rostro hasta comprobar al trasluz que estuviese  brillante. Mientras lo hacía recordaba los años en que religiosamente le era asignado en el comedor del orfanatorio de las monjas donde se  crió pulir toda la platería que ellas tenían y se rió con ironía porque no pensaba que la vida le devolviera como bumerang algo de lo que ella dijo nunca más haría: limpiar platería como una esclava.

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Rubí y el taxista

Con delicadeza fue subiendo lentamente las medias panty que iban en perfecta armonía con su piel bronceada, no quería arruinar otro par, como la noche anterior; siempre por precaución tenía dos o tres en el armario. Terminó de colocárselas y luego alzó los brazos y el vestido rojo se deslizó con suavidad a través de su cabeza, de sus brazos y descendió por aquel cuerpo esbelto, esculpido y magro. Se sentó frente a la peinadora, se miró al espejo para retocar los últimos detalles de su maquillaje. Se colocó el labial rojo escarlata que tanto le gustaba, apretó sus labios suavemente uno contra otro, se acercó al espejo y repitió la misma frase que le servía de mantra. “Es tu noche, a cantar y triunfar” y lanzó un beso a su imagen reflejada en el espejo. La puerta del camerino se abrió y un hombre alto y fornido le dijo: en dos minutos al escenario Rubí.
Rubí caminó por el pasillo haciendo sus acostumbradas respiraciones y sonidos un tanto extraños para calentar su voz. Salió al escenario, totalmente oscuro, silencio absoluto, se colocó al centro y las luces iluminaron su 1,80 de estatura. El público aplaudió eufórico, Rubí lanzó un beso con su mano que extendió de izquierda a derecha para alcanzarlos a todos.

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Cómo el cáncer salvó su vida

Juan Carlos Ollarves, venezolano, ingeniero,  coach ontológico, especialista en Bioneuroemoción, director del Instituto de Resiliencia y autor del libro “El cáncer salvó mi vida” transitó  uno de los caminos más difíciles y espinosos que le ha tocado recorrer: el cáncer. Suele decirse que hay un antes y un después en todos aquéllos que han padecido la patología y han logrado superarla satisfactoriamente. Él no es la excepción al afirmar, “la adversidad fue una amiga que vino a ayudarme, para sanarme y transformarme”, pero ¿cómo fue ese camino de sanación?, ¿qué aprendizajes obtuvo?, ¿cómo pudo rediseñar su vida y poner los beneficios adquiridos a través de su enfermedad al servicio de los demás y de sí mismo?. A través de estas líneas pretendo mostrarles este recorrido vital lleno de coraje, valentía, sabiduría y resiliencia.

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El Regalo

Estaba oscureciendo ya y todos ellos seguían sentados alrededor de la mesa de aquel banquete dominical para festejar la llegada del hijo más pequeño de la familia, Antoine, victorioso luego de su último combate en la guerra revolucionaria francesa. Antoine —el que se enfrenta al adversario— significado de su nombre estaba destinado a combatir como su padre, Pierre, pero el joven correría con más suerte que su progenitor, muerto alrededor de quince años atrás en combate.
Antoine era la joya de su madre Margot, para ella solo él existía; su hermana Camile y su nuera Marion, dos jóvenes hermosas y de carácter dulce y apacible, eran prácticamente invisibles en aquella enorme casa de campo ubicada en uno de los parajes más hermosos y privilegiados de la campiña francesa..

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«La felicidad es un aprendizaje»

Luciamelia García, educadora y psicóloga venezolana. Cuenta con  treinta y cinco años de experiencia en el campo de la psicología clínica; formada como conductista, luego  pasó a la corriente de la psicología positiva. Lleva los mismos años trabajando sobre la felicidad. Para la especialista, la felicidad no es una utopía, es una realidad. “Es absolutamente posible ser felices y además fundamental para vivir mejor; a ser feliz se aprende”. 

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“El deporte es mi vida”

seul 2018

Cristina Bonacina es la mujer italiana más famosa y premiada en la disciplina de “Towerrunner”; en el año 2011 ganó el título de Campeona Mundial Tower Running y fue  bicampeona mundial del Vertical World Circuit.  Tenaz,  perseverante, disciplinada  y apasionada, se entrena y compite cada año,  no se detiene. Es orgullo para los italianos y para la comunidad de Pontida, en la provincia de Bérgamo, región de Lombardia, Italia, ciudad donde reside. 

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El destinatario

Adelante, atrás, adelante, atrás;  cada vez que su pequeño y delgado cuerpo se inclinaba hacia adelante ella sentía que iba a tocar el cielo con la punta de los dedos de sus pies, entonces seguía el acostumbrado cosquilleo en el estómago; eso la emocionaba y la hacía reír a carcajadas. Desde que Sofía sentada en su balancín  podía apoyar los pies en el suelo, ya no quería que nadie la impulsara en el columpio. Era un signo temprano de su independencia y autonomía, y lo gozaba a plenitud.

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El cuarto de huesped

Con el cansancio propio que deja la espera en un aeropuerto y un vuelo de seis horas y media, Mariana abordó el taxi que la llevaba a su destino. Con emoción contempló atenta el trayecto, un cielo azul en ese día de primavera era un regalo a sus ojos. Era la primera vez que visitaba ese país, esa ciudad y era la primera vez que abrazaría a su hermana luego de tres años sin verse.
La memoria es una trampa, se dijo; como fila de indios fueron apareciendo uno tras otros las vivencias, felices y amargas, que marcaron su vida y la de Camila, su hermana. No despegó su rostro de la ventana, repasando esta vez desde la tranquilidad y madurez que conceden los años transcurridos su inventario existencial y lo duro de esa despedida para ambas. Camila y Diego, su marido, formaban parte de la estadística de la diáspora de venezolanos que han decidido irse a buscar un futuro mejor y Argentina fue el destino al que decidieron apostar.
Diego, un joven neurocirujano con mucho éxito en su práctica clínica en Caracas, carismático, guapo, extrovertido. Camila, una joven bella, bastante más reservada e introvertida que su marido; antropóloga, profesora universitaria, era la menor de una familia de tres hermanos.

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El alter ego

Su papá lo llamó por teléfono, algo que solo ocurría, esporádicamente. Él acudió inmediatamente a su encuentro. Llegó a casa de sus padres; su madre en la rutina de hacer la cena, le comentó que Pedro, su marido, lo había llamado pero no había querido decirle de qué se trataba. Pedro veía atentamente el partido de futbol. Sus sesenta y nueve años recostados en el sofá reclamaron con una considerable energía la presencia de su hijo..

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Espejismo

Entré al bar a tomar un aperitivo y ahí estaban ellos en la mesa del fondo, sonrientes y felices. Apenas ella me vio se levantó bruscamente y salió. Yo decidí ir tras ella; Gustavo se quedó en la mesa tomando un Dry Martini. Corrí lo más rápido que pude. Le grité, con el escaso hilo de voz que escapaba a regañadientes de mis cuerdas vocales, que me esperara: ¡Daniela, Daniela, espera por favor! La debilidad que provocaba en mí la fiebre de esta última semana y mi afonía me jugaban una mala pasada en aquélla carrera. Desee estar sano y joven en aquél momento.
-Si tuviese unos veinte años menos y fuese un hombre sano, ella no se hubiese marchado, pensé. Ya de nada vale pensarlo, ¿para qué? Ella ahora está con Gustavo, ¡Que ironía! Hasta se ven bien juntos, los condenados, hacen una buena pareja.
Solo quería hablarle, -¿por qué huyes?, le grité desesperadamente.
Creo que corrí alrededor de ocho a diez cuadras y no pude alcanzarla; desapareció entre aquellas estrechas calles. ¿Por qué escapa, no entiendo por qué huye?

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Cuando finalmente conocí a Mario Vargas Llosa

Milán, 7 de junio de 2018. Alrededor de las 4 p.m llegué al Aula Magna de la  “Università Cattolica del Sacro Cuore”, un aforo de quinientas personas,  repleto. Afortunadamente mis amigos del taller de escritura del Instituto Cervantes me habían reservado un puesto en las primeras filas.  Llegó el día, finalmente. Ni imaginarme que sería viviendo en Italia; la vida da muchas vueltas y uno con ella. Precisamente en el mes de noviembre del año pasado fue publicada en este mismo espacio mi crónica anecdótica titulada “El día que no   conocí a Mario Vargas Llosa” relatando la experiencia vivida en el año 2008 cuando estuve a punto de conocerlo en un restaurante en la ciudad de Caracas; quizá entonces hubiese tenido la oportunidad de tomarme una fotografía, decirle que admiro su pluma y que es uno de mis escritores latinoamericanos favoritos.

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Confesiones de Bar

Apenas se abrió la puerta del bar, Manuela dirigió su mirada a la densa capa de humo que se esparcía en todo el recinto y semejaba el cielo espeso y contaminado de un día cualquiera de Ciudad de México, lugar que había dejado hace diez años atrás. Aspiró el fuerte olor a sudor mezclado con perfume, alcohol y nicotina que impregnaba el recinto y sintió nauseas; las mismas que la habían acompañado algunos días atrás, cuando sus horas transcurrían entre tazas de café, cigarrillos, silencios y lágrimas, por la desgracia personal que le ocurría.

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El último abrazo

Madrid, 8 de mayo de 1998. ¿Qué hago yo aquí? me pregunté ahí sentada en la cama balanceándome -adelante-atrás-atrás-adelante-adelante-atrás-, con la vista fija en el suelo y las lágrimas que resbalaban por mis mejillas y mi cuello. Habían transcurrido unos minutos, no sé cuántos, porque perdí la noción del tiempo,del lugar, luego de recibir la más triste llamada. Me sentía aturdida, desesperada; en ese momento era incapaz de coordinar pensamiento y acción alguna. Sólo en mi mente estaba aquél último abrazo que nos dimos ocho meses atrás.

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Héroes y villanos

Julio 2013, salgo de mi lugar de trabajo para dirigirme a la Universidad Católica Andrés Bello, Caracas, a dar mi clase de “Antropología de la Organización” en la maestría de Comunicación Organizacional como usualmente hacia una vez a la semana. El trayecto que normalmente hacía, por el convulsionado tráfico caraqueño era en promedio dos horas, dos horas y media; es mucho lo que se puede hacer metida en un carro manejando en una gigantesca cola de vehículos durante ciento veinte minutos o ciento cincuenta minutos: escuchar la radio, comer, leer, maquillarse.

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El muelle

Imbuido en sus pensamientos, había perdido la noción del tiempo que tenía ahí sentado en la punta de aquel viejo muelle. ¿Dos, tres, cuatro horas? tal vez, no sabía, no llevaba su reloj puesto. La tensión en su mano derecha lo devolvió a la realidad. Se levantó emocionado. El movimiento de la caña de pescar de arriba a abajo, de izquierda a derecha, era cada segundo más fuerte. Luego de esa corta lucha entre el animal y él, finalmente la caña dejó de moverse.
-¡Al fin pesqué algo!, exclamó Federico.

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La Cuenta

—Hola ¿Qué tal estás?
—Pues yo estupenda, muy bien ¿y tú?
—Bien
—¿Leíste el documento?, —preguntó él.
Ella en posición de batalla sentada casi al borde de la silla, con mirada inquisidora para dar la guerra, respiró profundamente y lo miró unos segundos en silencio.
—Sí, lo leí. No estoy de acuerdo con algunas cosas, tengo varias observaciones, pero creo que dadas las circunstancias solo las haré en presencia de mi abogado. Me dijo que llegaría con retraso, que comiéramos nosotros.

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La primera vez

Londres, diciembre de 1968, un día viernes. Se levantó más temprano de lo habitual ese día; los nervios de su primera vez sin lugar a duda eran la causa. Quería lucir bien, con el atuendo adecuado; no tan formal, no tan elegante, pero tampoco muy casual. Una vía de medio que la hiciera aparentar quizá más de edad de la que tenía para ese entonces..

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La sentencia

El camino estaba muy oscuro, prácticamente no podíamos ver nada, pero preferimos no encender ninguna lámpara para despistarlos. Ya el recorrido a nuestro refugio lo podíamos cabalgar a ojos cerrados. Descendíamos lo más rápido que podíamos; los caballos estaban muy cansados, sedientos, con mucha hambre, igual que nosotros. Habíamos perdido la noción de cuánto tiempo llevábamos a este ritmo frenético..

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El viaje

Primera parte: Un solo aplauso…

Llegué al aeropuerto de Malpensa, Milán, con suficiente tiempo de antelación; había prechequeado on line el día anterior y eso facilitó el proceso; encabezaba la lista de pasajeros en pasar al counter de toda la fila que ya se había formado, y en pocos minutos ya me encontraba en la sala de embarque esperando para abordar el boing que me traería en mi primer viaje de regreso a mi país, Venezuela

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Zig-Zag

El zigzag en su caminar, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, la mirada perdida, las ojeras negras por el maquillaje choreado, tan marcadas como las de un oso panda que se podían distinguir en la distancia, hicieron intuir a algunos de los pasajeros que se encontraban en el andén del metro a primera hora de la mañana que esta joven y bella mujer había tenido una activa jornada nocturna.

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El día que no conocí a Mario Vargas Llosa

usto una semana atrás habíamos asistido, mi prima Yudy y yo, a este centro comercial en cuyo sótano está, literalmente, la movida cultural caraqueña, se llama Trasnocho Cultural, inaugurado en el año 2001; un recinto de oxígeno, una alternativa cultural y de entretenimiento de calidad y vanguardia que los venezolanos, y en particular, los habitantes de Caracas agradecimos: varias salas de cine, dos salas de teatro, una chocolatería, una sala de exposición de arte, una tienda de artesanías, una sala de yoga, una estupenda librería, una vinatería, un Lounge, un café y un restaurant.

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microcuentos de emigrante: Un fiume D’arte

El centro histórico de Ponte San Pietro, localidad de la provincia de Bérgamo, Lombardía, Italia, se llenó de color, forma, luz y texturas; ciento diez artistas expusieron sus obras en el marco de la tercera edición del evento “Un Fiume D’arte” que congregó pintura, escultura, fotografía, además de poesía, teatro y música. El arte tomó las calles de este hermoso pueblo el domingo 17 de septiembre.

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microcuentos de emigrante: “Todo tiene importancia”

¿Buenos días, eres María, la enseñante del curso de italiano?

Me preguntó con una amplia sonrisa una señora que se acercó a mí el primer día de clases. Delgada, cabello corto, gris, ojos azules y mirada genuina.

En el escaso italiano que recordaba de un curso de apenas dos meses que había hecho quince años atrás le respondí:

-No, soy estudiante del curso.

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microcuentos de emigrante: Borghetto, pequeño tesoro del Veneto

Bañado por las aguas del río Mincio, con sus característicos molinos de agua, su arquitectura, sus fortificaciones, la belleza de sus paisajes y su riqueza histórica emerge este pequeño pueblo medieval: Borguetto, fracción del Comune de Vallegio sul Mincio en la provincia de Verona, en la región del Veneto, Italia.

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microcuentos de emigrante: Ritual sencillo de felicidad

Puedo aún sentir su textura cremosa, lo crujiente de su barquilla, y ese sabor inconfundible, único, inolvidable; el cono de mantecado de la heladería Crema Paraíso; parte de nuestro ritual feliz durante mi infancia en Santa Mónica, Caracas, Venezuela.

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microcuentos de emigrante: Parlasco y su bandido legendario


«Lasco! El buen señor! Lobo y cordero. Limosnas y el robo. Una misa y un cuchillo. El partido de Dios y de Satanás!» Así reza el texto del primero de los catorce frescos que decoran las dos calles de este pequeño y pintoresco pueblo: Parlasco; un museo al aire libre pleno de historia y tradición que cuenta en sus paredes una de las leyendas más ampliamente difundidas en Lombardía a través de la obra de Antonio Baldiani publicada en Milán en 1881 titulada, “Lasco el bandido de la Valsassina”.

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