De vuelta

Una y otra vez probó todas las llaves que tenía en aquél gastado llavero. Finalmente logró abrir la hermosa puerta en roble tallada cubierta por un espesa capa de polvo; el chirrido por las bisagras envejecidas y resecas le produjo una desagradable dentera que le recordó cuando la maestra para acallarlos, unos cuantos años atrás, deslizaba a propósito la tiza por el pizarrón produciendo el intenso sonido que lograba el cometido en aquélla vieja escuela a una cuadra justo de la casa. La penumbra era la protagonista de aquélla enorme sala con muebles cubiertos por sábanas. Observó la enorme lámpara central que pendía del techo y las lágrimas estaban rotas, hileras incompletas, unas más largas, otras muy cortas, sin las gotas de luces que años atrás iluminaban generosamente el espacio predilecto de la familia. También su llanto estaba roto. 

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