El bar se llamaba «Wild West», salvaje oeste. Era muy sucio, las mesas estaban cubiertas de quemaduras de cigarrillo, el bar también. Era muy largo, como en las películas de vaqueros, todo era de madera y para completar el ambiente western había colgados en la pared cráneos de Búfalo, trofeos con cuernos largos. Era oscuro a más no poder y un olor persistente de cerveza y nicotina clasificaba definitivamente el local.
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