Los microrrelatos del Tapañol

Tema: Un bar aux Folies Bergères de Édouard Manet

1. EL CUADRO de Jean Claude Fonder (*) 

¡Qué altos están esos escalones! Y peligroso además con esta alfombra que a veces se escapa de las pequeñas barras de cobre que lo mantienen unido a la escalera y se convierte en peligroso tobogán. No puedo ensuciarme, llevo mi hermoso traje gris, mi camisa blanca con el cuello bien tieso y la pequeña corbata verde que mamá me ha atado esta mañana. Sí, estoy vestido como un grande, excepto por supuesto mis bragas cortas, mis medias altas de lana y mis zapatos de charol.
Voy arriba a almorzar con mi tío Robert y mi tía Ginette. No es la primera vez que me invitan cuando reciben gente, sin duda importante. No lo sé, pero sé que mamá está orgullosa de mí, como cuando me envía al escenario a recitar Le dormeur du val, para ganar los concursos que se organizan en verano en los bares al mar.
Aquí es diferente, tengo que mostrar lo bien que puedo comer sin manchar mi traje. Lo mejor del espectáculo es cuando degusto un huevo mollet, después de cortarle la cabeza con un cuchillo.
No es que me divierta tanto, pero durante la cena, me gusta ver la mirada cómplice de la camarera del cuadro, ella es hermosa como mi mamá. Por supuesto no es lo mismo, pero ella también está bien vestida, muy cuidada, un collar bonito, y siempre unas flores con que realzarlo todo. Una persona hermosa, fresca y distinguida, pero sobre todo ella también es parte del espectáculo. El público que se ve agitarse a través del espejo bebiendo y hablando, echa a veces una mirada distraída sobre ella como sobre mí en la mesa de mis tíos.
— Pero este cuadro es una copia, —preguntó alguien.
— Sí, dice mi tío, —Un bar aux folies bergères de Manet.

 

2. UN BAR AUX FOLIES BERGÈRES de Gloria Rolfo

Marta se aburría mucho en este periodo de cuarentena sobretodo a la tarde, a la mañana no porque entre ordenar la casa y hacer el trabajo que le llegaba desde la oficina la mañana pasaba veloz. La tarde era eterna hasta las 19 que podía hablar con Marco su novio que estaba trabajando en la Casa madre de su firma que era a Copenaghen y non había podido volver en Italia. una tarde se puso a mirar un libro que había comprado en Paris el ano pasado y miro atentamente un cuadro que le gustaba mucho «Un bar aux folies bergères» de Edouard Manet. De repente estaba dentro al cuadro era la chica che controlaba las botellas de champagne, la fruta y lo pasaba a su compañero que lo daba a los clientes en el mostrador o lo ponía en las bandejas para los camareros que lo llevaban a las mesas. Le gustaba mucho se divertía por la atmósfera alegre y ruidosa. Sintió a un cierto punto algo húmedo contra la pierna y oyó miau miau, era su gata Cleopatra que quería comer porque había sonado, se levanto y pienso que lastima porque me estaba divirtiendo verdaderamente.

3. AMOR IMPOSIBLE de Maria Victoria Santoyo

Siento aún tus labios henchidos de promesas mientras me dedicabas el concierto n. 1 para piano de Beethoven y entre tus brazos yo bebía esa música inmensa.
Pero nuestros destinos estaban envenenados, no podrían encontrarse jamás. Tú parecías siempre perdidamente enamorado, aunque luego me di cuenta de que era una actitud donjuanesca y por eso puse medio mundo entre los dos por no llegar a sentir jamás tu desamor. Te odio con todo mi amor, pero sigo repitiendo tu nombre como una jaculatoria.
Edouard, amor mío, sé que no morirás nunca, aunque la pandemia no dejó rastro de tus ojos barnizados de deseo ni de tus labios sedientos de besos.
Me parece escuchar tu voz, sentir tu aliento y tu ardiente mirada, pero sé que es una ilusión, eres una tenue brisa que acaricia mi rostro.

4. DELANTE DE LA BARRA de Luigi Chiesa

A Suzette no le gustaba el trabajo que tenía que hacer para ganarse la vida, así como tampoco le gustaba el ambiguo e inquietante mundo de los clientes de los bares. Los de este club la miraban siempre un poco torcido, no tenía una belleza particular, y menos aún mucho encanto, pero sus ojos brillaban frente a las “naturalezas muertas” de las botellas que servía.
Siempre elegantemente vestida pero torpe.
En el espejo, veía una fantasmagoría de luces pinceladas, la normal presencia festiva del público del Folies-Bergère, iluminado por la luz incandescente de las lámparas de cristal.
Un escaparate en la ventana era su mirador.
Esclavos de los hábitos y formalismos de una sociedad llena de estatus simbólico, escenario rodeado de pequeñas mesas alrededor de las cuales se sentaban hombres con elegantes cilindros negros y mujeres con binoculares. La cerveza inglesa también estaba muy de moda.
El espectáculo debía continuar de todos modos.
Lugar mundano y ruidoso, se convertía irremediablemente en un lugar agitado por la soledad y el silencio, una doble cara.
La gente hablaba, murmuraba, hacía comentarios y chismorreaba, muchos eran los habituales. Era un “tranche de vie” muy moderno. Arrebatar a la vida su lado. El estar allí era para ver y sentir lo grande y poético que se era con nuestras corbatas, zapatos de charol y vestidos engalanados.
Pero el espectáculo aún no había comenzado, de hecho, tal vez ya había terminado.
La revolución burguesa estaba sentada delante de la barra. 

5. CENICIENTA EN PARIS de Iris Menegoz

Son apenas las once y ya me siento cansadísima. Me duelen los pies. El traje es demasiado estrecho no puedo ni respirar. Me gusta este traje aún no sea mío. Me lo presta el director, forma parte de mi disfraz. Al amanecer como cenicienta me voy a mi cuarto llevando mi deprimente traje gris y mi abrigo de pelo artificial.  ¡Aquí viene Mr. Cochon! Un día de estos le contestaré que si… que me voy con él. Es viejo, bastante viejo, pero es ricachón. Cada noche me dije que me quiera y que me compraría un apartamentito y que nunca más tendría que trabajar. A mí me da asco trabajar en este lugar. Detesto estos ricos siempre tan falsamente contentos.
Puede ser que es un poco como hacerse de puta pero por el amor habrá tiempo, después de todo tengo sólo 17 anos.

6. Fase 3 de Graziella Boffini

¡Hola, chicos! ¡Que alegría!
¡Bienvenidos a todos!
Me he puesto elegante por la reapertura de nuestro bar, pero, por favor, quedáis un metro de distancia entre sí, porque si ustedes crean aglomeración, Giuseppe ¡me va a imponer cerrar otra vez!

7. EL SUEÑO DE SUZÓN de Silvia Zanetto (*)

Todos saben que los críticos de arte critican.
Lo que critican de mí es la actitud indiferente. 
Pero no se trata de indiferencia, sino de cansancio. Es casi la medianoche y todavía el bar está repleto de gente. La música es un ronroneo, amalgamada al tintineo de las copas, a las risas agudas de las señoras y a las voces abaritonadas de los hombres.
El corsé me molesta: aparentar una cintura tan fina pide sufrimiento. Y el ramito de flores tan bonitas en el escote me pica los pechos. 
No vamos a cerrar antes de las dos y, cuando por fin los clientes se vayan, tendré que limpiar vasos y platos y ponerlo todo en orden. Hace horas que estoy de pie con estas botitas estrechas: me duelen los tobillos, pero el patrón me dice que tengo que estar elegante…  Aunque ¡detrás del mostrador los pies ni se ven!
¡Ojalá pudiera hacer un buen matrimonio y librarme de este trabajo agobiante! Eso pienso cuando miro a los caballeros distinguidos en el gran salón, con su bigote bien arreglado y su sombrero de copa alta. Parece que sus miradas examinadoras intentan establecer un precio, porque a una camarera no se le pide matrimonio, sino otra cosa. Pero yo sigo esperando que algo bueno pase… Me siento un poco mareada, se me cierran los ojos. El cansancio, claro. Estoy agotada. Y de repente, mientras que mi cuerpo se queda inmóvil mirando con aire indiferente el salón, una parte de mí se desprende y da la vuelta por atrás, donde hay un mundo igual, pero diferente. Donde el caballero no me pide una copa ni me ofrece dinero, sino que me pregunta como me siento, si estoy cansada, o infeliz. 
El vaso que estoy limpiando se me cae de las manos y despierto.

8. UN BAR AUX FOLIES BERGÈRES de Raffaella Bolletti

Esta soy yo, Suzon, buscando una salida. Descubro una puerta medio escondida. La cruzo, atravieso y salgo. Salgo del espejo. Salgo de este lugar, de este estanque de personas que, a pesar de estar hablando, parecen silenciadas. Me quedo al otro lado del espejo. Aquí, en esta sala elegante, estoy de camarera, me apoyo en la barra y espero a los clientes. Me llegan las voces, alguien cuenta, uno comenta, otros se están riendo. Qué raro, en el espejo el reflejo me hace inclinar el cuerpo hacia adelante para hablar con un caballero. Pero ¿quién es? ¿qué quiere? Mi reflejo hace como si no entendiera lo que le propone. Además, ni siquiera le gusta. ¿Es esta la realidad? Aquí cerca de la barra no hay nadie y yo estoy cansada, triste y un poco aburrida. Te espero. ¿No pensarás darme plantón hoy también? ¡Qué alivio, por fin has llegado! Ánimo no te detengas, el hombre que ves es una trampa del espejo, no es un cliente. Acércate, no te invitaré a una copa amarga de mi tristeza, te brindaré una calurosa bienvenida y caeré en tus brazos otra vez, atrapada. Y mientras vamos alejándonos de la barra llevando una botella de champagne, te haré cruzar la puerta y entraremos en el espejo para descubrir si la realidad está dentro o fuera. O bien si todo solo es una ilusión.

9. UN BAR AUX FOLIES BERGÈRES de Elettra Moscatelli

La camarera del teatro estaba a la barra esperando el final del primer acto cuando el publico salía para tomar un refresco y pensaba a sus amigas que en aquel momento estaban cenando. Finalmente se acerco’ una pareja pidiendo un vaso de cava y un zumo de naranja. Ella, con los ojos tristes y casi sin darse cuenta, sirvió el cava en el zumo e inventó el coctel Mimosa.

(*).. Micro ganador