La flor de hibisco de Raffaella Bolletti


Desde hace tiempo me repetía a mí misma que no estaría mal salir un rato del mundo real para descansar. La vida no puede seguir pareciendo un tren de alta velocidad, necesitaría de algunos semáforos en ámbar intermitente para ralentizar. Así que acepté tu invitación, dejé atrás la ciudad y vine a visitarte. De hecho, hay momentos en los que parece ser en sintonía con el universo, como aquel día cuando dimos un paseo por los senderos de las hermosas colinas que rodean la ciudad, y fue fantástico. Al volver a casa, sentados en el jardín, rodeados de árboles de hibisco florecientes, cerré los ojos y me entregué a ti. Hablabas de la velocidad con la que vivimos, la falta de paciencia, la incapacidad de saborear los momentos importantes de la vida, haciendo cosas con prisa. Me dijiste que también nuestro amor pasaría a la velocidad de una flor. Yo me dejaba llevar por tu voz y ya no te escuchaba. Pensaba en qué podría compararte. Tal vez con un día de un caliente verano. Pero el verano es demasiado breve. ¿Podría comparar tus palabras de amor, que emborracharon mis oídos, con vientos soplando sin control? ¡Una insensatez! ¡El viento no se queda en el alma! Mientras tus palabras sí, se quedan. ¿Podría comparar nuestro amor con estas maravillosas flores del árbol de hibisco? ¡Un error! Ellas duran un día y en vez de perder los pétalos, poco a poco se envuelven en un capullo como cuando nacieron y luego se caen de una vez. Sería un error puesto que no dejaré que nuestro amor pueda cerrarse en un capullo, pueda morirse a la velocidad de una flor. Nuestro amor tiene un futuro. De pronto me dí cuenta de que ya no hablabas y abrí los ojos. Me mirabas con intensidad y en tus manos había algunas flores de hibisco recién caídas. La velocidad de la naturaleza
había acabado con sus vidas mientras yo habría deseado que cerrar los ojos de nuevo me bastara para borrar automáticamente el mundo y aprender de esta flor, que vive su día con intensidad, que permite que se admire su belleza mientras permanece tranquila en la rama, y, tal vez, a pesar de la velocidad de su vida, se alegra de todo esto, porque está segura de que cuando caiga habrá dado lo mejor de sí misma. . 

Raffaella Bolletti