El muelle

Imbuido en sus pensamientos, había perdido la noción del tiempo que tenía ahí sentado en la punta de aquel viejo muelle. ¿Dos, tres, cuatro horas? tal vez, no sabía, no llevaba su reloj puesto. La tensión en su mano derecha lo devolvió a la realidad. Se levantó emocionado. El movimiento de la caña de pescar de arriba a abajo, de izquierda a derecha, era cada segundo más fuerte. Luego de esa corta lucha entre el animal y él, finalmente la caña dejó de moverse.
-¡Al fin pesqué algo!, exclamó Federico.

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