Su papá lo llamó por teléfono, algo que solo ocurría, esporádicamente. Él acudió inmediatamente a su encuentro. Llegó a casa de sus padres; su madre en la rutina de hacer la cena, le comentó que Pedro, su marido, lo había llamado pero no había querido decirle de qué se trataba. Pedro veía atentamente el partido de futbol. Sus sesenta y nueve años recostados en el sofá reclamaron con una considerable energía la presencia de su hijo.
—¡Carlos, Carlos, ven aquí, después hablas con tu madre!
—Siéntate a mi lado. Necesito pedirte un inmenso favor. Estoy jodido, hijo.
—¿Qué te pasa? Pregunto rápidamente Carlos.
—Quiero que me sustituyas.
—¿Dónde?
—¡En la fiesta de carnaval del trabajo! Yo no quiero ir por nada del mundo a esa ridiculez, nunca me ha gustado el Carnaval y mucho menos disfrazarme. Dijeron que nos luciéramos con los disfraces, que debemos enmascararnos tan bien, pero tan bien, que debemos ser irreconocibles, porque harán un concurso. Debemos disfrazarnos de nuestro Alter ego.
Carlos soltó una carcajada. Era inevitable.
—A mí sí me gusta el Carnaval, siempre me pareció divertido y nunca me dejaron disfrazarme. ¿Cuál es tu alter ego papá?
—Yo que sé, nunca lo he pensado, no me interesa. Ahora es tu problema. Decide tú, total vas a sustituirme.
¿Me disfrazo de mi alter ego, o le hago una jugarreta a mi padre?, pensó rápidamente mientras Pedro continuaba hablando.
—Siempre quise ser científico o astronauta. Mi alter ego será Einstein, sí, eso. No qué va, qué aburrido. Mi padre quiere fregarme, yo lo fregaré a él. Es mi oportunidad de la dulce venganza. Será Marilyn Monroe.
Mientras conducía de regreso a casa, rió a carcajadas. Sustituir a su padre le sería muy fácil, por un centímetro de más, casi tenían la misma estatura, el tono de voz prácticamente igual y, a decir verdad, Carlos es la versión joven del padre. El parecido físico es impresionante.
—Mi padre tiene fama de hombre serio, mal encarado, nada sexy. Jamás vestiría de mujer y sus compañeros jamás lo imaginarán así. Me camuflaré lo mejor posible. Este alter ego es perfecto. Le viene como anillo al dedo.
Trazó su plan de acción. Lo primero era comprar el atuendo. Le contó a su esposa y rieron juntos con esta aventura. Ella lo acompañó a comprar un sexy vestido rojo, minifalda, zapatos de tacón alto del mismo color y unas medias panty, —lo suficientemente transparentes para que dejaran ver sus piernas atléticas— y la respectiva peluca. El bolso se lo prestaría, obviamente su mujer.
Faltaba una semana para la fiesta, así que se dispuso un rato todos los días a practicar con los tacones.
—Joder, esto es difícil, ¿cómo hacen las mujeres para andar por las alturas con estos zapatos tacón aguja?
Tres días más tarde fue a casa de sus padres. Durante la cena él le preguntó:
—¿Ya sabes de qué vas a disfrazarte?
—Estoy indeciso papá: como me dijiste que era mi problema y que te sustituyo estoy pensando que como no tienes un Alter Ego definido, iré con el mío: siempre quise ser científico —podría ir de Albert Einstein— o de Astronauta.
Ambos rieron a carcajadas. Su padre siempre irónico, le dijo:
—¿Pero de qué hablas, científico o astronauta? no te veo.
—Claro que no me ves, fue lo que siempre quise estudiar y no me dejaron. Tenía que hacer lo mismo que tú, porque todos los hombres de esta familia han estudiado lo mismo: ingeniería civil. Ahí estás confinado en la misma empresa desde hace treinta años con un trabajo que hasta a ti te aburre.
—Pues haz lo que quieras, disfrázate de astronauta o científico, no me interesa. Solo quiero que me cubras. No me gustan las payasadas.
—Debes darme tu carnet de la oficina para poder entrar a la empresa el día de la fiesta, papá.
—Aquí lo tienes, cuídalo y entrégamelo al día siguiente, es el único que tengo.
Llegó el día de la fiesta, un sábado en la noche. Solo esperaba que nadie de la empresa llamara a su padre el domingo. Estropearían su jugarreta. Teresa, su mujer, lo maquilló tan bien, que hasta le costó reconocerse en el espejo.
—No me parezco en nada a mí, tampoco a Marilyn, pero el objetivo puedo lograrlo: camuflar mi identidad y lucir tan sexy como fuese posible.
Teresa afiló su nariz, sus labios lucían más carnosos, maquilló sus cejas. Y colocó en el mismo lugar el sexy y provocativo lunar de Marilyn.
No hubo necesidad de depilar sus piernas; desde que era ciclista como su padre lucen musculosas y sin vello alguno.
Totalmente vestido y metido en su papel de Marilyn, Teresa y Carlos se tomaron una foto para el recuerdo de esta jugada a su padre.
Llegó a la fiesta. Hizo su entrada triunfal, todos reían a carcajadas y aplaudían. El dueño de la empresa, Manuel, dijo, y quién es éste, sin parar de reírse, no tengo la más mínima idea.
Se acercó a él, era Marilyn… tongoneando las caderas y cantando con voz sexy el mismo Happy Birthday to you que le cantó Marilyn a John Kennedy. Fue sublime. Se estaba divirtiendo un montón y ellos también.
La gente no paraba de reír y aplaudir.
Bebió, comió, habló fingiendo voz de mujer con unos y otros. Llegó el momento del concurso y por supuesto: Marilyn fue la más popular y votada. Ganó con un gran margen respecto al segundo lugar.
Debía despojarse de su atuendo y revelar su identidad, pero les dijo:
—No rompamos la magia y el encanto… no me despojen de ella, por favor, hoy soy Marilyn, su Marilyn; todos rieron a carcajadas. Soy yo: Pedro Sánchez. Les mostró el carnet de su padre.
Se escuchó un potente ohhhhh. El dueño se acercó y le comentó:
—Pedro, esta sí que ha sido la sorpresa de la noche. Jamás imaginé que eras tú. Con lo serio y macho que eres. Pues mira tú, hoy sacaste a flote tu otro yo, tu lado femenino. Todos rieron.
—Cada uno quiso tomarse una foto con Marilyn.
Al día siguiente Carlos fue a devolver el carnet a Pedro.
—¿Qué tal la fiesta, fuiste de Einstein?
—Sí, ya verás las fotos.
—¿Quién ganó el concurso?
—Marilyn Monroe, ya verás las fotos y te divertirás.
—Pues… mira tú, era un hombre o una mujer.
—Un hombre, no sé quién.
—Hay que ser muy descarado o muy valiente para disfrazarse de Marilyn y que luego se burlen y hagan fiesta de eso. Porque ese no tiene idea de lo que le espera luego.
El lunes, Pedro Sánchez se apareció en la empresa puntual, como todos los días. Apenas llegó todos rieron y los compañeros del departamento empezaron a silbarle y le decían: chica, sexy, oye guapa, ¿a qué hora sales? El, por supuesto, no entendía y les dijo: ¿qué carajo les pasa? Y el amigo más cercano se le acercó y empezó a cantarle al oído con voz sexy: Happy Birthday to you, todos reían.
—Suéltame, qué te pasa Manuel, qué mosca te picó hoy.
No te acuerdas Marilyn, eres más divertido como Marilyn.
—¿Marilyn… Qué Marilyn?
—Sí, ahora vas a hacerte el loco. Fuiste el alma de la fiesta, nena, no te conocíamos ese lado.
Mientras reían le mostraron a las fotos, enfundado en ese sexy traje rojo. Pedro apenas hizo un esbozo de sonrisa forzada, solo fue capaz de articular estas palabras…
—Este no soy yo, es mi hijo, lo juro. Si claro, tú hijo, vamos Pedro, que eras tú no te avergüences, nos gustas más como Marilyn, y todos rieron. Nadie le creyó.
Aquel hombre serio sintió que la broma pesada de su hijo había logrado derrumbar en horas el respeto y la distancia que él se había ganado a pulso cada día. No podía permitirlo, buscaría la manera de vengarse.
Ese día todos se acercaron a felicitarlo, le hacían bromas sobre su alter ego. Conversaban fluidamente sobre la fiesta, reían, celebraban que detrás de aquella mente cartesiana se escondiera un hombre con sentido del humor, divertido, cercano. Fuera del horario laboral, Pedro era el alma de la fiesta.
—Alguno puede enviarme las fotos a mi email, luego descifraría qué hacer con ellas, pensó.
Al llegar a casa, abrió su correo, observó con detenimiento las fotos, se las mostró a su mujer –Luisana, ven un momento. Mira el desastre que hizo tu hijo en la fulana fiesta.
Las carcajadas podían sentirse hasta en la esquina de la calle. Luisana hasta lloró, literalmente de la risa. Pero que alter ego tan bueno, le dijo ella mirando sin parar de reírse.
—Algo tengo que hacer, no puedo quedarme así. Me perderán el respeto, seré el hazme reír de aquí en adelante, afirmó Pedro con preocupación.
Su mujer en tono enfático le dijo:
—Por Dios, Pedro, relájate. Tu hijo no te hizo una jugarreta, te hizo un favor, ¿es que acaso no lo ves? Sal de la caja, de tu cuadratura. Siempre tan perfecto, tan rígido. Por un par de horas fuiste el ser distendido, alegre, cercano, que disfrutó e hizo disfrutar a los demás de un par de horas en una fiesta sana. Un desconocido para ellos, y desde hace un buen tiempo también para tu hijo y para mí, por cierto. ¿Crees que por un disfraz van a perderte el respeto? Lástima que fue tu hijo y no tú.
Ella se alejó y sus palabras quedaron resonando por largo rato. Se levantó, cenó con su mujer sin cruzar una palabra. Volvió a su estudio, vio las fotos, una y otra vez y sorprendido empezó a reírse. Luisana se acercó curiosa por conocer el motivo de su risa. Se quedó estática en la puerta. El observaba las fotos en su computadora y cuando se percató de su presencia, Pedro se levantó y se dirigió hacia ella, caminando como mujer y cantando Happy Birthday to you. Ella sorprendida lo abrazó y soltaron la carcajada.
Después de todo no es tan malo haber sido Marilyn.
Narsa A. Silva Villanueva (Caracas, Venezuela 1972)
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