La antigua ruta del mármol (2):

Bordeando el Verbano

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Sesto Calende es la población siguiente; se encuentra al cabo sur del Lago Maggiore (mayor), donde el Ticino, emisario, sigue su carrera entre colinas antes de alcanzar la gran llanura. En este lugar, nuestro recorrido se cruza con las rutas que descienden de los valles alpinos. En efecto, desde la orilla de Sesto C. se puede contemplar la cordillera alpina, con sus macizos gigantes, como el Monte Rosa (4.633 m), Peña Andolla (3.656 m) y el Monte Leone (3.552 m).  A pesar de algunas feas urbanizaciones, sobre todo en la costa oeste, el Lago Mayor o Verbano (212 km. cuadrados y 370 m. de profundidad) ofrece un paisaje de indudable valor histórico y ecológico, dominado por sus impresionantes ensenadas, sierras, barrancos, islotes, castillos y pueblos tradicionales. En aquellas áreas donde llega la influencia lacustre se desarrolla una vegetación pseudomediterránea, con olivares, genistas, enebros, palmeras. Mientras el 80% del lago se encuentra en territorio italiano, la cumbre norte, con las ciudades de Ascona y Locarno, pertenece al Cantón Ticino (Suiza italiana). La importancia que tuvo el Verbano como vía de comunicación natural entre las zonas que se suceden a lo largo de sus orillas y hacia el Ticino y el Naviglio Grande, se pierde en la historia: la navegación en sus aguas daba salida no sólo a productos como el mencionado mármol, sino también a ladrillos, arena y madera, que desde el Lago Maggiore se enviaban hacia los puertos fluviales de Pavía, Milán y otros puntos de la Cuenca Padana. Hoy en día, transbordadores y cruceros realizan agradables recorridos lacustres, facilitando una visión de las aguas y tierras muy diferente a la de las carreteras.

Desde Sesto C. es preceptiva la desviación (unos 10 km), pasando por el antiguo monasterio de S. Donato (siglos XI-XII, hoy casi abandonado) hasta Angera, hermosa ciudad en la orilla este del lago. Ya puerto en las épocas romana y medieval adquirió importancia bajo el gobierno del arzobispo milanés Ottone Visconti (s. XIII), jefe de las huestes gibelinas (filo-imperiales) después de derrotar a sus enemigos, los nobles Torriani, al mando de la alianza güelfa (partidarios del papa). En este conflicto aparecen por primera vez tropas españolas al séquito del marqués Guillermo VII de Montferrato, marido de Beatriz de Castilla, hija del rey Alfonso X el Sabio; en la batalla de la Quassa, riacho entre Ispra y Angera, en el año 1276, los españoles y sus aliados gibelinos sufrieron un descalabro, y tuvieron que retirarse hacia Milán. Sin embargo, se desquitaron en las sucesivas batallas de Desio y Gorgonzola, derrotando a las tropas güelfas; los Visconti pudieron así empezar su dominación del Milanesado, que duraría siglos. Sobre el casco viejo de Angera (interesante el medieval palacio Pretorio, con museo arqueológico) se alza una larga colina “protegida” por la formidable ciudadela (la Rocca, en italiano)Ésta sorprende por su enorme tamaño: cuatro fuertes rodeados por una larga muralla rectangular. El conjunto se construyó entre los siglos XIII y XVII. En uno de los palacios-fuertes (más conocido como palazzina Viscontea) destacan unas preciosas pinturas al fresco en las paredes del primer piso, reproduciendo unos episodios de la mencionada guerra civil y el triunfo del arzobispo Ottone Visconti. Durante la dominación española la ciudadela dio hospedaje en muchas ocasiones a las huestes ibéricas. En la parte baja de la misma colina se encuentran los vestigios de un templo romano.

Angera, así como muchas tierras del Verbano fue feudo, a partir del siglo XV, de la potente familia Borromeo (nobles, banqueros, cardenales) que tanta parte tuvo en la historia del Milanesado español, sobre todo con los Cardenales Carlo y Federico Borromeo (primos entre ellos y sobrinos del papa Pio IV).  

Con un transbordador se alcanza Arona, en la orilla opuesta del lago, volviendo así al trazado principal de nuestro Camino. Merece un paseo el casco histórico bien conservado de esta ciudad, donde se encuentran unas importantes iglesias medievales y del Renacimiento, rehabilitadas en la época española por mando de los cardenales Borromeo (Colegiata, SS. Martiri, Iglesia barroca de San José, con cuadros de C. Nuvolone, Bergognone y Morazzone).  Pequeñas plazas, callejuelas y soportales nos llevan hasta la orilla del lago, con la antigua Casa de Justicia (siglo XV) y la Iglesia de S. Marta, del siglo XVI. Al salir de Arona, desviándonos a mano izquierda, rebasados los escasos vestigios del castillo, se sube al Sacro Monte de San Carlo Borromeo (nativo del lugar), edificado en el año 1614, cuyas obras quedaron paradas a la muerte de su primo Federico. Del proyecto original quedan el Seminario, dos capillas, la iglesia y la colosal estatua (35m de alto) del Santo, por su tamaño apodada San Carlone; su construcción se acabó en el año 1697. Gracias a escaleras y ventanillas, el interior de la estatua se puede visitar, subiendo hasta su enorme cabeza, punto panorámico.

Arona fue también patria de Pietro Martire di Anghiera (1459-1526, más conocido en España como Pedro Mártir de Anglería). Este humanista se trasladó a España en 1488, al séquito del embajador López de Mendoza Tendilla. Fue cronista, capellán y diplomático al servicio de la Corona española. Sucesivamente nombrado miembro del Consejo de Indias de Granada, recogió en su obra, escrita de 1511 a 1526 en latín: «De Orbe Novo – Décadas»  los datos que llegaban de la relaciones del descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo, elaborándolos de manera sintética.

Desde Arona, el camino sigue por la costa occidental del Verbano; esta estrecha franja costera se caracteriza por el clima templado y por una serie de poblaciones, Meina, Lesa, Solcio, Belgirate, donde destacan la arquitectura liberty del primer turismo (siglos XIX-XX) con sus hoteles, villas, jardines suntuosos, así como las huellas medievales y barrocas de los barrios antiguos y de las aldeas en el monte. Dejando atrás las urbanizaciones de Belgirate, el recorrido llega a Stresa, situada al cabo sur del Golfo Borromeo, la ensenada más importante del lago. En esta ciudad se pueden visitar la Villa del Duque (siglo XVIII) a orillas del lago y el “barrio” liberty (villas y hoteles) que dio hospedaje a escritores y letrados como Stendhal, Dickens y Fogazzaro. Buscando escenarios menos poblados se puede remontar la altura sobre Stresa llegando hasta Peña Mottarone (1491 m), desde donde se admira la impresionante panorámica de los lagos Maggiore, Orta y la cordillera alpina.

Entre los atractivos mayores del Golfo está el Archipiélago de las Islas Borromee; tres son las principales: Isola Bella, Isola Madre, Isola dei Pescatori, entre las que destaca la Isola Bella, donde Carlos III Borromeo, a partir de 1632, mandó construir un majestuoso palacio en honor de su mujer Isabel. Los acontecimientos que sucedieron durante la Guerra de los Treinta Años (batallas y pestilencias), paralizaron las obras hasta que, terminado el conflicto, los hijos de Carlos III, el cardenal Gilberto III y Vitaliano VI, que había combatido al servicio de la Corona española, pudieron continuar el proyecto inicial, añadiendo los estupendos jardines aterrazados, adornados de estatuas y escaleras. El proyecto fue llevado a cabo por arquitectos como A. Crivelli y F.M. Richini, entre los mejores de su época, que quisieron dar al islote la forma de un barco ideal, a punto de zarpar, con el palacio representando la proa y los jardines con sus terrazas, la popa. El palacio, en sus salones barrocos guarda una interesante pinacoteca, con cuadros del siglo XVII y XVIII (escuelas italiana y flamenca). El conjunto fue frecuentado por artistas, nobles, obispos, gobernadores y funcionarios españoles y hospedó, a comienzos del siglo XIX, a Napoleón, su mujer Josefina Beauharnais y la Princesa de Wales, Carolina Amalia de Brunswick.    

La cercana Isola dei Pescatori brinda un escenario pintoresco y peatonal de antiguas casas aldeanas y callejuelas, donde se pueden gustar las posibilidades gastronómicas que ofrecen los pescados lacustres. Muy interesante la visita a la iglesia de San Vittore (siglos XII – XV).

En la Isola Madre se alza también un palacio Borromeo (más pequeño), del siglo XVIII, con unas colecciones de cuadros y mueblerías de su época; muy interesante el amplio jardín botánico. Espectacular el panorama hacia el lago y la orilla opuesta. 

Continuará


Nando Pozzoni