Narrar por omisión

Vale 2015 grande.

……..#BREVIARIO

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Vale Correa Fiz


Ricardo Piglia elabora su famosa tesis sobre el cuento en su libro “Formas breves” a partir de una anotación en un cuaderno de Chéjov, que decía así: Un hombre, en Montecarlo, va al casino, gana un millón, vuelve a su casa, se suicida.

Anton Chéjov

Para Piglia, lo que importa en esta historia, es la escisión paradójica entre la historia del juego y la muerte. Lo previsible, lo convencional sería jugar, perder, suicidarse. Un cuento, concluye el escritor argentino, narra siempre dos historias; una de las dos, acaso la más importante, es siempre invisible. O está silenciada, agrego yo, oculta tras otros ruidos.

Este aporte literario de Piglia se aplica también a nuestras historias personales. La vida es sonora, ruidosa. Siempre; aun en lo que llamamos silencio. Lo demostró John Cage en un concierto sin concierto (el músico presentó en vivo una obra pianística en tres movimientos, llamada 4’33’’. El pianista no tocó ni una tecla pero abrió y cerró el piano para indicar el cambio de un movimiento a otro. El público pudo entonces registrar la comunidad de sonidos que se producen en el “silencio” de un teatro: las toses, los susurros, el ruido de las suelas contra la alfombra, la lluvia exterior).

Partitura de 4’33’’ de John Cage

No hay silencio posible. Todo nos habla, hasta el cosmos. Lo confirmaron las ondas gravitacionales recientemente captadas: Pitágoras tenía razón, hay una música de los cuerpos celestes. Lo importante es, entonces, ¿qué hacer para escuchar lo implícito, la retórica del “silencio”?

No es fácil. Y estoy segura de que hay más de una respuesta posible. Me gusta pensar que lo primero que habría que hacer es lo que nos sugiere Cortázar en su relato “La autopista del sur”. El cuento narra un atasco automovilístico de proporciones dantescas. Un accidente obliga a los viajeros a esperar mientras se resuelve el problema y así poder seguir su viaje. Mientras esto sucede, el tiempo pasa. Los viajeros descienden de sus coches, hablan, entablan relaciones entre sí, se conocen, se ayudan, hay quienes hasta se enamoran. Luego de un tiempo, la autopista se desatasca; los coches pueden volver a circular. Los viajeros se suben a sus autos y regresan a sus casas, a sus vidas de antes y de siempre. Todas las relaciones que nacieron al borde de la carretera se disuelven. La historia que se nos cuenta es bastante simple. Pero, ¿y si leemos este relato a la luz de la teoría de Piglia? ¿Cuál es la historia oculta, implícita o silenciada? Cuando se interrumpe la velocidad (los coches no pueden circular por el accidente), hay sitio para lo otro, para lo lateral: las relaciones entre los viajeros al costado de la autopista. Hay lugar para los otros gestos y las otras gestas.

Automóvil a la carrera, Giacomo Balla

No sé muy bien qué es lo que me pierdo, lo que me susurran, lo que se me narra mientras corro por la vida como un motor de carrera. Pero sé que estoy sola. Todo el paisaje lateral se disuelve en la velocidad del camino, se atomiza como en los cuadros del pintor futurista Balla. Quizá, de vez en cuando, haya que disminuir la marcha, dejar de vivir a la carrera, dar espacio a lo otro y los otros que nos miran. A partir de allí, cada uno tendrá que buscar un modo para comprender lo implícito, la retórica del “silencio” y buscarle un sentido. Si puede.