Guiris Modernos

El guiri es como un Pokémon: evoluciona. Un Pokémon es una creatura virtual, un monstruo que cabe en un bolsillo, vive en un videojuego o en la aplicación para móviles (los cromos ya pasaron de moda), parece un animalito y es bastante mono, no se deja atrapar con facilidad y evoluciona con el tiempo a través del entrenamiento. Un guiri es un animalito de tamaño humano, no es mono, vive en el mundo real durante las vacaciones de verano, se deja atrapar por los anuncios de Vueling y evoluciona gracias a las opiniones de Tripadvisor. Ya no es el guiri de antes: mediana edad (o más), de Europa del Norte, color langosta de playa. El guiri moderno es versátil, mimético, internacional.

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Se entrena durante los meses invernales, cuando pasar inobservado bajo gorra, bufanda, gafas de ventrisca y equipaje de esquí es más fácil. Empieza a mostrar su verdadera esencia cuando llega la primavera. Durante esos meses intensifica su trabajo de preparación al viaje con las excursiones de los findes. En mayo ya está a punto de desplegar sus mapas. Precisamente ésta es la señal de que el guiri ha llegado a su madurez veraniega: abre el mapa. Numerosos estudios de las más importantes universidades norteamericanas todavía están tratando de dar una explicación científica al misterio más grande sobre los guiéis. O sea: nadie entiende como un guiri, animalito humano cuyo sentido de la orientación no existe cuando tiene un mapa en sus manos, pueda llegar indemne hasta una oficina de turismo para que le den un mapa. Porque, claro, la mayoría de los guiris modernos no lleva mapa en la maleta cuando deja su casa para dedicarse a sus actividades turísticas. Eso lo hacen los viajeros.

Lo que es cierto es que cuando un guiri abre el mapa empieza la búsqueda de su Grial: el objetivo de la visita. Que puede ser cualquier cosa. Una playa. Un museo. Una catedral. Un parque. Las tiendas de Zara durante el remate final de las rebajas. La Torre de la Alegría de Juego de Tronos que está en el pueblo de Campillos de Dueñas, Guadalajara. A relaxing cup of café con leche en la Plaza Mayor de Madrid. El guiri-Pokemon se puede atrapar con diferentes estrategias. Yo, por ejemplo, soy de esa especie de guiri que si viaja a Barcelona prefiere el Camp Nou a la Sagrada Familia. ¿Seré un Pokémon de hierba como Bulbasaur? Puede ser.

IMG_4511 copiaYo soy guiri. Orgullosamente guiri. Pero nadie me cree. Es que me falta el fenotipo. No me gustan los calcetines blancos ni las sandalias, prefiero los zapatos de trekking. Soy italiana, por lo tanto no como a las seis de la tarde. No me gustan los bares de tapas. Prefiero el salmorejo a la paella. Llevo jersey hasta con cuarenta grados de temperatura. A veces no traigo mochila. Llevo siempre una cámara conmigo pero está escondida en mi bolso, con el mapa. Me gusta perderme. Soy una guiri de la perdición. Soy una guiri mimetizada con el paisaje, pero tan mimetizada que pese a tener las manos pegadas con super glue al interior del bolsillo de mis vaqueros para no moverlas mientras hablo, cuando viajo a España siempre me preguntan: “¿Eres italiana? Se nota por como mueves los ojos”, que no sé qué significa pero ahora nunca me quito las gafas de sol.

Soy una guiri con un enemigo: los guiris italianos como yo. Los que nunca van a ser guiris tan evolucionados como yo. No saben de memoria la ubicación de todas las tiendas del aeropuerto de Barajas. No desayunan chocolate con churros antes de bañarse. No hacen la compra en Mercadona. No tienen guardada en el móvil la password para navegar con el wi-fi si viajas en Alsa. O quizás sí. Pero a mí me gusta pensar que soy mejor guiri que ellos. Es el sueño de cada guiri: ser más guiri que los demás. Evolucionar hasta tener superpoderes guiri: conocer detalles de un lugar desconocido, relacionarte con la gente del lugar sin la ayuda de Google Translate y tener más followers en Instagram de la familia Kardashian entera porque las fotos de tus vacaciones molan.

Alessia Scurati