Hace poco participamos en un encuentro en el Teatro Strehler con Ariane Mnouchkine la famosa directora y creadora del «Theâtre du Soleil» en París. La compañía Aftaab (que significa sol en afgano) que nació gracias a su contribución, representaba «La ronde de nuit». Los actores que forman esta compañía son los alumnos de un taller que organizó Ariane en Kabul.
Durante el encuentro con el público en el Teatro Strehler, y tengo que decir que gran parte del mismo lo formaba gente del mundo del teatro en Milán, Ariane decía más o menos que en el teatro se actúa, se muestran las cosas, no se expresan mensajes. Por ejemplo, Macbeth no quiere pensar, Macbeth actúa. Shakespeare para poner en escena esta historia utiliza un lenguaje estupendo, a pesar de que lo que hace y dice Macbeth sea una mierda. Macbeth es muy actual, Macbeth existe. Para transmitir esta emoción a los jóvenes, tenemos que mostrarlo, no convertir Macbeth en algo abstracto.
Decía también que para la compañía Aftaab, es tan peligroso representar Tartuffe en Kabul como, para Molière lo fue hacerlo ante Luis XIV. Tartuffe no es la pequeña hipocresía religiosa, es la manipulación a un pueblo utilizando la religión para mantener su poder sobre él.
Para ella el teatro es algo concreto, está formado por unos cuerpos que actúan. La política en el teatro se encarna, las ideas se expresan a través de acciones y no de discursos. De hecho, nos decía que en el teatro del Sol el público puede quedarse después del espectáculo para comentar la obra: “Con lo difícil que es que vengan no vamos a echarles luego” decía ella con su peculiar sentido del humor.
Para ilustrar su pensamiento nos cuenta además un recuerdo de Milán, relacionado con el estreno en la sala Paladido de «1789» (el espectáculo que la hizo famosa), allí pudo ver a Paolo Grassi en la sala que saltaba de alegría cuando se representó la toma de la Bastille.
Paolo Grassi fundador del Piccolo Teatro la ayudó mucho para que naciera el teatro del Sol, del mismo modo que hoy ella ha ayudado a la compañía Aftaab. Ariane Mnouchkine, ha estado siempre muy involucrada con la política, es más, la ha puesto en práctica con acciones concretas: por ejemplo, en su teatro, una antigua fábrica de cartuchos, acoge a sin techos y emigrantes. Lucha desde siempre por la cultura y el arte a los que considera las mejores armas para cambiar la sociedad y el mundo.
Ariane decía con ocasión de un homenaje a Patrice Chéreau que escuchamos en «France Culture» pocos días después de que falleciera, que ella compartía esta lucha con él, aunque él lo hacía más dentro del sistema. Se estimaron mutuamente, ambos creían mucho en el poder del teatro para despertar las consciencias. Habló obviamente de Elektra, el último espectáculo de Patrice que vimos a Aix y que acabamos de volver a ver en la Scala. Cuando los artistas saludaron en este último recordamos que en Aix estaba Patrice en medio de su equipo tan feliz como se puede ver en esta foto.
Lo confirmaba, Ariane Mnouchkine, él sabía que iba a morir pero seguía luchando como un tigre con su arma, el teatro. Creo que todos los que vieron este espectáculo no pueden tener la mínima duda. Elektra es una obra maestra teatralmente y musicalmente, pero nunca vieron una interpretación mejor.
Gérard Mortier estimaba muchísimo a Patrice Chéreau, trabajó con el diferentes veces. Recordamos una extraordinaria producción de Lucio Silla de Wolfgang Amadeus Mozart, una ópera de juventud poco representada. Chéreau realizó una interesante reflexión sobre el poder en una escenografía impresionante de Richard Peduzzi que representaba un muro altísimo delante del cual se desarrollaba la acción. Cuando más tarde conocí Palazzo Mezzanote en Milán (la antigua bolsa), tuve la impresión de que se había inspirado en él.
Durante nuestro último viaje a Bruselas vimos un homenaje a Gérard Mortier. De este modo pudimos recordar hasta qué punto creía en el teatro, quería relacionarlo con la sociedad actual y sobre todo renovar su público e implicar a los jóvenes.
En este periodo de crisis profunda de la sociedad estas tres personas geniales han consagrado sus vidas al teatro. Han conquistado fama y éxito no solamente por la calidad de sus obras, sino también porque supieron dar un sentido actual y concreto a esta forma de expresión cultural y de lucha para mejorar nuestro mundo: el Teatro.