…y los sueños, sueños son.

Y así hemos llegado a los últimos días del año, un momento en que se acostumbra hacer balances y listas de buenos propósitos.
¿Quién no tiene un deseo, un anhelo, un nuevo proyecto que quisiera llevar a cabo el próximo año? ¿Quién no tiene un viejo sueño por realizar?
A propósito de propósitos y de sueños, el primer puesto de mi lista lo ocupan los Sueños. No, no pasaré el 2019 durmiendo. Ya he dormido bastante en mi vida, si es verdad lo que afirman algunos estudios que alrededor de los 60 años una persona ha pasado al menos un lustro soñando mientras duerme. Lo que en vez me propongo, es terminar de releer y de catalogar el material onírico que llevo escribiendo desde hace más de diez aňos en aquello que llamo Diario de los Sueňos. Tarea que no sólo me da la oportunidad de nutrir ilimitadamente mi vena artística sino que se ha convertido en una verdadera pasión, quizás por esa vana ilusión humana de desvelar impenetrables misterios.

The Songs of the Night, Alphonse Osbert 1896


Me despierto a cualquier hora de la noche y tanteo la mesita de luz buscando el nuevo cuaderno que ya espera, como un gato hambriento, su ración de relatos imposibles. Y en duermevela me sorprendo a susurrar, como fuese casi una plegaria, la historia apenas soñada antes de que se borre de la mente. No todo es descifrable, claro, ¿pero importa? Me quedan aún páginas y páginas repletas de vivencias que esperan, como la bella durmiente del bosque, el beso que las haga revivir. Y se me ocurre que el beso es una buena metáfora. Al fin de cuentas, siempre de amor se trata como diría James Hillman, psicoanalista de escuela junguiana, sobre todo cuando se trabaja con las visiones interiores, material muy delicado como lo son las potentes y caprichosas divinidades que habitan las zona más arcaicas de nuestro ser.

¿Pero al fin y al cabo qué son los sueños?

Desde que el Hombre apareció en el planeta no ha cesado su atracción por el mundo invisible. En el siglo XIX, con el nacer de la antropología evolucionista algunos estudiosos habían identificado en la experiencia onírica de los primitivos el surgir de las primeras manifestaciones religiosas. La tesis fue en parte contrastada por la antropología moderna, pero no se puede negar que en toda la antigüedad los sueños fueron considerados fuente de sabiduría divina, una sabiduría pragmática que a través de visiones, imàgenes, diálogos con los miembros fallecidos de la comunidad, indicaba el camino a seguir en la realidad cotidiana del individuo y del grupo social. Modo que reflejaba una visión unitaria del mundo, donde visible e invisible formaban una totalidad. Desde ya, como sucede casi siempre, pocos eran los que detenían el poder de interpretación. En Egipto así como en Babilonia existían instituciones sagradas dirigidas por sacerdotes y escribas dedicados a la adivinación y a la oniromancia. El documento más antiguo al respecto es un papiro egipcio del 1275 a.C., el “Libro de sueños en escritura hierática”, primer diccionario onírico que ha llegado hasta nosotros.
Oniros, llamaba Hesíodo a los sueños, hijos de Nix, la noche; mientras Ovidio los consideraba hijos de Hypnos, tres hermanos cuyo jefe era Morfeo.

Allá por el siglo IV a.C. surgen entorno al tema grandes cuestiones filosóficas. Algunos se plantean una cuestión que atravesará los siglos y la literatura universal, y que me parece aún muy actual: ¿estoy soñando o estoy despierto? ¿cuál es la realidad, cuál la ficción? “No sé si soy un hombre que sueña una mariposa o una mariposa que sueña un hombre», narra la famosa parábola de Chuang-Tze. También por esos años Platón sostiene que en realidad, nada impide que las charlas que uno puede tener en estado de vigilia las tenga también mientras sueña pues, en el fondo, las sensaciones son las mismas.
De todos modos, con Platón y sobre todo con Aristóteles nos acercamos a una visión mucho más moderna y psicológica, para estos filósofos los sueños son la acción de la imaginación durante el estado de reposo y pueden ayudar a deducir el estado físico del durmiente. Y si ya en el antiguo Egipto se hablaba de una “medicina onírica” que consistía en escuchar el relato de los sueños, en el II siglo d.c. el griego Artemidoro de Daldis, filósofo y viajero, intérprete profesional de sueños y visiones con finalidades científicas y educativas, escribe la “Oneirokritiká”, una recopilación de más de 3000 sueños. En “La interpretación de los sueños” de Artemidoro, se procede a una sistematización del material onírico y a la interpretación ya no basada en las artes adivinatorias sino en el estudio profundo de las imágenes, de los símbolos y de la psicología del soñante. Un compendio que es anticipación de toda la psicología moderna.

Lentamente la unidad del mundo visible-invisible se resquebraja y los sueños pierden su valor sagrado, profético, mágico. Para el cristianismo la mayor parte de ellos se colocan en la esfera del pecado carnal. Por otro lado, como explica el medievalista Jacques Le Goff, muchas de las recopilaciones onírica encontradas en los monasterios tratan fundamentalmente temas eróticos. A partir de Descartes y con el avance del racionalismo, los sueños pasan a ser meras ilusiones, relegados a zonas oscuras e insensatas, excrementos de la actividad cerebral.
Habrá que esperar la explosión del intimismo romántico europeo de finales del setecientos para llegar en 1898 a Freud, quien a partir de sus propios sueños y recuerdos acerca del padre muerto recientemente, escribirá una obras fundamental: “La interpretación de los Sueños.” Estudios, prácticas y técnicas, como aquella de la imaginación activa de Jung, a través de los cuales el ser humano volverá a instaurar una relación fructífera con su propio mundo invisible que, no sé, por ahí no tiene sentido, por ahí no sirve para nada, pero que de cualquier modo nos habita. Como por otro lado lo saben bien los artistas, músicos, poetas, pintores, escritores, y todos aquellos que experimentan a través del arte la potencia expresiva-explosiva del universo onírico, y no se cansan de recurrir a este manantial de materia prima inacabable que fluye en la oscuridad de nuestro ser.

“We are such stuff as dreams are made of…”, decía Shakespeare.

Y sí, me han descubierto, soy una Serial Dreamer. Y para ti ¿qué son los sueños? mis conocidos han respondido así: Los sueños son…
descanso, fantasías, imaginación, lenguaje cifrado, mensajes, vuelos, constelaciones, mitología, nuestra cara oculta, deseos irrealizados, miedos, cosas imposibles, vida alternativa, enigmas, unión de los opuestos, conflictos, recuerdos felices, nuevas experiencias, cosas que queremos lograr, ilusiones, pesadillas, olla a presión de las angustias reales o imaginarias, fuerzas invisibles, espejismos, directrices, teatro, proyectos, reciclaje de la memoria, presagios, tesoros escondidos, fantasmas, la otra mitad, fuente creativa, coincidencias, verdades ocultas, puentes, vida incorpórea, pura poesía, qué se yo, absolutamente nada.

En fin, soñar durmiendo o soñar despiertos, en la esperanza que mi propósito se cumpla para el año entrante les deseo muy pero muy felices sueños a todos.

Adriana Langtry


John Cage, Dream (1948)

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Silvio Rodríguez, Sueño con serpientes (1975)