Guy de Maupassant, siempre con nosotros

Vale 2015 grande.

……..#BREVIARIO

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Vale Correa Fiz


Porque coincide con el cumpleaños de uno de mis mejores amigos de la adolescencia, todos los 6 de julio me acuerdo del escritor francés Guy de Maupassant que, un día como hoy pero en 1893, fallecía en París en una institución mental a causa de una enfermedad que había contraído alrededor de 1877.

Henry René Albert Guy de Maupassant (Dieppe, 5.08.1850-París, 6.07. 1893)

En una carta daba cuenta de esta dolencia, por entonces, mortal: Tengo la sífilis, la verdadera, no unas purgaciones , no, no, la gran sífilis, esa de la que murió Francisco I. Y estoy orgulloso de ella y desprecio por encima de todo a los burgueses. ¡Aleluya, tengo la sífilis!, y por lo tanto no tengo miedo a cogerla. Todavía no se había descubierto la penicilina y el mal se trataba con bromuro y duchas; remedios ineficaces que no hacían más que enmascarar la enfermedad en sus signos exteriores. La sífilis trabajaba lentamente en la oscuridad del cuerpo, circulando por la sangre, hasta desembocar en la locura. La degradación corporal iba generalmente acompañada de cefaleas, caída del pelo, vértigos, alucinaciones y arritmias cardíacas.

Le Horla de Guy de MaupassantEl extraordinario talento de Guy de Maupassant (recordemos que integra, junto con Poe y Chéjov, la trilogía de grandes escritores del siglo XIX que resultaron ser los padres del cuento del siglo XX) y los síntomas de la enfermedad lo llevaron a escribir uno de sus cuentos más famosos, “El horla”. El título refiere a las palabras francesas “hors là!” (fuera). Allí se narra la triste experiencia de un hombre que, a raíz de la llegada de un barco procedente de Brasil, comienza a ser poseído por algo así como su doble invisible.

Pero antes de que la enfermedad se manifestara con todas sus fuerzas y de que lo sumiera en un profundo estado depresivo que lo condujo a un intento de suicidio, el escritor francés fue un hombre de una energía vital sorprendente. Guapo, fornido y con cuello de toro, practicaba todo tipo de deportes de riesgo, escribía para dos periódicos franceses asiduamente y asistía a todas las fiestas de la alta sociedad parisina. También fue un mujeriego empedernido. Mi querido amigo de la adolescencia, que era un pésimo estudiante y que todas los años reprobaba sistemáticamente, entre otras asignaturas, literatura y francés, aún hoy recuerda detalles de la vida activa y galante del escritor francés y una frase de su autoría: un beso legal no vale tanto como un beso robado.

No sé en qué ocasiones la usa, pero me consta que la sabe decir hasta en francés, y a mí no se me ocurre mejor homenaje para celebrar a Monsieur Maupassant.