……..#BREVIARIO
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La música es la única entre todas las artes que colaboró con el exterminio de los judíos organizado por los alemanes entre 1933 y 1945. Como escribió Pascal Quignard en su ensayo Odio a la música, hay que escuchar esto temblando: los cuerpos desnudos entraban a la cámara de gas en medio de la música.
La marcha fúnebre de Alphonse Allais
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¿Por qué la música se vio involucrada en la ejecución de millones de seres humanos?
La música ponía de pie a los prisioneros, los ritmos musicales fascinan a los ritmos corporales. Enfrentado a la música, los oídos no pueden cerrarse. Para referirse a este acecho sonoro, Primo Levi, pese a no recurrir casi nunca a imágenes para describir el horror del Lager, escribió: “Sus almas están muertas, y es la música la que los empuja hacia delante como el viento a las hojas secas, y se transforma en su voluntad”.
Los nazis usaron la música como un maleficio.
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La música no se disociará nunca íntegramente de la danza, el sonido no puede emanciparse del cuerpo que lo provoca y que él amplifica.
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La idea de que la música puede ser un maleficio que encanta el cuerpo es antigua. Las sirenas intentaron desviar a Ulises de su recto camino. Él se ató al mástil para no ceder al embrujo de su canto. Para resistir. Porque la música puede aniquilar el pensamiento. Son palabras de Tolstoi: “Allí donde se quiere tener esclavos, hace falta la mayor cantidad de música posible”.
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En el claustro de San Marcos, en Florencia, hay una campana intrusa, apoyada en el suelo, en el patio del monasterio. La llaman la Piagnona. Es la campana que, con su canto, convocó a la muchedumbre que tomó por asalto el convento para apoderarse de Savonarola.
Poco después, Savonarola, acusado de herejía y rebelión, fue conducido a la prisión de Florencia. Durante cuarenta y dos días se le sometió a tortura. Finalmente, Savonarola firma su arrepentimiento con el brazo derecho, brazo que los torturadores habían dejado intacto para que pudiese hacerlo.
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Otro caso literario de encantamiento musical: El flautista de Hamelin que se llevó a las ratas primero y luego a los niños.
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Regresemos los nazis y a “su” música. A propósito de ello, es conocida la broma del director y actor norteamericano Woody Allen: “Cada vez que escucho a Wagner me entran ganas de invadir Polonia”.
Los antiguos chinos decían: “La música de una época informa acerca del estado del Estado”.
La música como arte, como encantamiento y como reflejo de la política.
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Pero no hay silencio posible en el mundo de los hombres.
El grito de los animales, el susurro de las plantas mecidas por el viento. El trueno que es señuelo de la tormenta; el eco que engendra el mundo del alter ego.
Y Dios, que es Voz y Verbo.
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Pitágoras hablaba de la música del Universo en su teoría de la armonía de las esferas. El Universo estaría gobernado según proporciones numéricas armoniosas. El movimiento de los cuerpos celestes se regiría según proporciones musicales; las distancias entre planetas corresponderían, según esta teoría, a los intervalos musicales.
Descubrimiento reciente: las ondas gravitacionales hacen música.
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Paz, divinidad, reconciliación, perdón, pureza, fraternidad, igualdad, justicia están también contenidos en la música.
Steve Jobs, el genio de la informática, dijo al violoncelista Yo-Yo Ma cuando éste tocó en su casa un tema de Bach con un violín Stradivarius de 1733: «Tu interpretación es el mejor argumento que he oído nunca sobre la existencia de Dios».
Y mucho antes, Goethe: «Al oír la música de Bach tengo la sensación de que la eterna armonía habla consigo misma, como debe haber sucedido en el seno de Dios poco antes de la creación del mundo».
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¿Cómo puede la música generar un sentimiento, un determinado estado anímico?
Escuchar es ser tocado a distancia.
Algunas melodías, algunos ritmos dicen: “qué antiguo tiempo hace hoy en nosotros”. La música también convoca la nostalgia.
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El oído es el último sentido en abandonarnos antes de la inconsciencia del sueño.
¿Cuáles serán las últimas palabras que oiremos justo antes de morir?
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Lucid dream, Nicolas Bruno
Hay quienes se sorprenden de que algunos hombres, que aman la música más refinada y compleja, sean capaces de las peores atrocidades. Hitler adoraba ciertas músicas y pinturas. El arte no es lo contrario de la barbarie, ni la razón lo es de la violencia.
Aunque deberían serlo.
Nota de la autora: para escribir estas notas se utilizaron algunos argumentos de los ensayos de Pascal Quignard, Odio a la música.