Ya lo dicen los meteorólogos: la lluvia es contagiosa. Allí donde llueve un poco puede acabar lloviendo mucho.
Con la ignorancia pasa lo mismo: allí donde se sabe poco puede suceder que se acabe no sabiendo nada. Ignorándolo todo. Yo, por eso, con la pretendida guerra de Ucrania, me he puesto a cubierto. Volví a mi vieja pasión cartográfica y desplegué por el suelo del despacho cuantos mapas hallé en los arcanos de la biblioteca familiar. Pequeña cuestión sin importancia: todos eran de época soviética, por lo cual, deslindar con precisión el territorio se convertía en una ardua tarea precognitiva. Así que decidí encomendarme a los sabios.
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