Estoy viendo a Julio Cortázar en una famosa entrevista en Televisión Española (A fondo, 1977, con Joaquín Soler Serrano). Arrastrando las erres y con sus manos enormes, cuenta que a los nueve años escribió una novela. Sí, una novela, repite. Se ríe y la cámara exhibe su sonrisa ancha, la dentadura imperfecta. El argentino fue un escritor precoz, qué duda cabe, aunque también apasionado y enfermizo. Tanto era el tiempo que el niñito Julio le dedicaba a la literatura, que el médico de la familia recetó más aire libre y prohibió todo contacto con los libros por cuatro meses. Cortázar, naturalmente, padecía más el remedio que la enfermedad.
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