Los coches invadieron mi vida.
No me gustaban particularmente, pero acababa de casarme y mi padre decretó que necesitaba saber conducir. Me mandó a la escuela, ellos me preguntaron por el modelo de coche que iba a manejar así que mi padre me legó el que se convierto en mí primero coche: un Ford Taunus, tres velocidades al volante. ¿Qué color? no me recuerdo bien, creo oscuro, mi mujer dice negro. Bueno, no importe, lo importante es que con el hicimos nuestro primer viaje, en pareja, solos, solitos, a la conquista de Londres. Lo hicimos de noche, tomamos un “café-crème” en Calais con cruasanes calientes que hoy todavía recordamos. Atravesamos La Mancha y cambiamos de mundo: los británicos son mono-lengua ingles, conducen a la izquierda, entre libras chelines y peniques no reina el sistema decimal, como en las medidas por otra parte, y eso no se acaba aquí…
