Postales

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Puede que en la oficina de Correos en St. Aldate’s, en Oxford una empleada todavía se acuerde de mí, aunque ya pasaron muchos años. Es que yo escribo postales. No envío fotos con Whatsapp, ni Snapchat para tener al tanto los amigos de cómo van mis vacaciones. Nada. Si quiero hacer saber a alguien que estoy pensando en él o ella o ellos, pues, escribo una postal. Sin esperar que nadie me conteste, porque, digamos la verdad, mis coetáneos cuando ven una postal piensan que es cosas de abuelas, o por lo menos cincuentonas. A lo mejor, ellos sí, me envían un whatsapp: Tu postaaaaal…. Yo tb t exo d menos. Y cierran el mansaje con corazoncitos. Tratando de no tener en cuenta la urticaria que me entra cuando pienso en el desgaste abusivo de emoticons con corazoncitos, prefiero las postales. Muchas postales. Demasiadas, según los cánones ingleses.

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