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Este exilio de hoy, que me pilla escindido, en casa ajena aunque muy confortable, fuera de los territorios siempre propicios que marcan la biblioteca y el despacho, me lleva necesariamente a otro exilio interior que ya había vivido, y que por ese premura del futuro inmediato, había casi olvidado.
Corría el año de gracia de 1991. Argelia se preparaba para sus primeras elecciones «libres» a las que concurrían una panoplia de partidos que «a priori» ya se sabía que no tenían nada que hacer, pero que daban una apariencia de modernidad al país por la que venían abogando, desde los trágicos días de 1984, un buen puñado de mentes preclaras dentro del tablero político…
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