NO TENÍA PAZ ESA MUCHACHA
Cuando salía de noche para ir a la milonguera, siempre tenía los labios pintados, llevaba puesta una minifalda pero el maquillaje no le daba una paz interior. El salón era un lugar sucio, lleno de mala gente, de humo y un olor acre flotaba en el aire por la cantidad de “blanca” que aspiraban. Volvía temprano y lo primero que hacía era respirar profundamente el aire fresco de la mañana mientras el amanecer empezaba a dibujar una jornada tranquila. El vago borracho que siempre dormía en la esquina toda la noche se despertó de repente y de lejos notó el perfil de la mujer tumbada en el suelo a la que habían dado una cuchillada por la espalda. Había alcanzado la paz que le faltaba.
ESPERA SENTADA
En la venta no había mucha gente, ella estaba sentada en la mesita de la esquina, esperaba al hombre desde hacía una media hora. De repente, apareció con su sonrisa engreída que quería decir todo y nada al mismo tiempo. El gorro torcido en la cabeza, zapatillas deportivas como si fuera a salir corriendo.
—¿Entonces, que querías decirme? Estoy aquí.
—¡Hombre, no pasa nada, siéntate y tómate un copa de vino!
Antes de que él se diera cuenta, sacó del bolso una pistola y le pegó un tiro en el pecho.
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