
Tiempo atrás tuve la ocasión de visitar el Museo Internacional de Arte Naïf Anatole Jakovsky de Niza -ubicado en el Castillo Sainte-Hélène, antigua residencia del famoso empresario perfumista François Coty-. Tengo que admitir que este museo era el último en mi lista de lugares para visitar en “Niça la béla”. Descubrirlo fue una agradable sorpresa.
¿Qué sabía yo del arte naïf? Poco y nada. Que era un estilo cercano al mundo infantil. Y en parte es así. El naïf es llamado también arte ingenuo, instintivo, pero eso no es todo. Es un estilo que se desarrolla a fines del Ochocientos, fuera de las corrientes estéticas y movimientos culturales de la época y ajeno a todo academicismo. De hecho, sus adeptos eran en su mayoría autodidactas, en muchos casos de origen modesto, quienes utilizando formas sencillas creaban mundos particulares, maravillosos, cargados de fantasía, visiones, simbolismos vinculados a la vida cotidiana y a la iconografía popular. Caso ejemplar fue la llamada “escuela de Hlebine”, uno de los primeros grupos de arte naïf a nivel mundial formado por campesinos croatas autodidactas que en los aňos treinta del siglo pasado comienzan a dedicarse a la pintura durante la temporada invernal de descanso agrícola. Sus obras evocan la vida rural: paisajes, ritos, retratos que adquieren el rango de arquetipos identitarios.
En el Museo de Niza se exponen pinturas, esculturas, dibujos. Recorrer sus salas es descubrir la historia del Naïf desde el siglo XIX hasta nuestros días. Encontramos artistas como el pionero Henri Rousseau (1844-1910) llamado El Aduanero (Le Douanier), quien comienza a pintar durante las horas muertas de su aburrido trabajo en la Aduana de París; como Séraphine de Senlis (1864-1942), de origen humilde que ya entrada en los cuarenta y trabajando como criada inicia a pintar durante las horas de descanso sus luminosas flores (la película de Martin Provost, “Séraphine”, narra su triste historia); como Antonio Ligabue (1899-1965) para el cual el naïf será el trampolín hacia un trágico y potente expresionismo; como los óleos pintados bajo vidrio por Ivan Generalić (1914-1992) o Slavko Stolnik (1929-1991), artistas de Hlebine.
Esta corriente artística, que ha tenido repercusión internacional como lo prueban las obras de los brasileños Chico da Silva y Heitor dos Prazeres, de la argentina de origen alemán Aniko Szabo, de la mexicana Carmen Esquivel, de los anónimos pintores de ex-votos o de Isabel Martínez Ferrero madre del naïf español -para citar sólo algunos-, se caracteriza por la sencillez y la espontaneidad de sus figuras: formas idealizadas o fantásticas, uso de perspectivas alteradas o inexistentes, precisión de detalles, dibujo no siempre perfecto, búsqueda de armonía sin pretensiones reflexivas, uso de colores brillantes y de fuertes contrastes, gran impacto visual. El Naïf forma parte de aquellas artes definidas “populares” (primitiva, brut, singulier, folk, quilting, pop y demás) producidas por artistas no profesionales o fuera de las corrientes institucionales, si bien ha contado entre sus filas pintores como Gauguin y Frida Kahlo y tenga hoy un circuito propio de galerías y museos especializados.
La vasta colección del museo nizardo se debe en buena parte a Anatole Jakovsky (1909-1983), critico de arte francés nacido en Chisinau, cerca de Odessa, y promotor a partir de los aňos cuarenta del arte naïf, quien en 1978 dona a la ciudad su importante colección privada.
¿Qué más decir? El lugar es hermoso, una residencia de dos pisos rodeada de jardines y muy cerca del mar. La colección sorprendente. El naïf un mundo original y rico de sorpresas. En fin, si pasan por ahí no dejen de ir a visitarlo. Y si hacen una lista, no olviden ponerlo al tope.
Musée International d’Art Naïf Anatole Jakovsky: Château Sainte-Hélène, 23 Avenue de Fabron, 06200 Nice, France