Un hombre todavía joven, el pelo corto, una barba de pocos días, y, sin duda, con capacidad aún de atraer, mira detenidamente el campo floral que se extiende a su alrededor; son flores blancas de pantano que se esparcen con el viento. De fondo, el ruido sordo del agua interrumpido por los trinos agudos de pájaros insistentes. El vapor que emerge del pantano, crea una atmósfera nebulosa y mágica como si estuviéramos en un cuento del Grial. El hombre lleva una chaqueta de cuero de un tono azul difícil de definir, un jersey de lana gris y un pantalón de color claro. No lleva botas. En la mano izquierda sujeta una pequeña caja de metal, quizás lo que en ella atesora sea importante.
Alza lentamente la mano de derecha y se grata la mejilla con insistencia, habrá insectos que revolotean cerca de él. Permanece pensativo, observando atentamente el pantano, y todo lo que ante él se expande.
El decorado está planteado, el misterio está servido.
