Miradas panamericanas IV: Jack London

Un autor entre utopía y naturaleza

Hijo de un astrólogo irlandés, un tal Henry Chaney, y de una docente de música, Flora Wellmann, ambos aficionados a “ciencias” ocultas y espiritismo, Jack London nació en San Francisco en enero de 1876. Flora, abandonada por su amante a los pocos meses del nacimiento del hijo, se casó en el septiembre  del mismo año con el granjero viudo John Griffith London, cuyo apellido recibirá el niño Jack. En la sucesiva década la familia se trasladó a Oakland, donde el pequeño London creció en un ambiente de marinos y obreros, en el que tuvo sus primeras, precarias experiencias laborales. Frecuentó luego la Oakland High School, donde colaboró a un diario escolástico,  y la Berkeley University, que tuvo que abandonar por falta de recursos económicos. Sin embargo fortaleció su educación literaria como autodidacta, leyendo  autores como Washington Irving, Gustave Flaubert, Rudyard Kipling, entre otros, y, sintiéndose inclinado por las ciencias y lo social, también Charles Darwin y Karl Marx. En el año 1894, adhirió al Partido Socialista. En este periodo publicó sus primeros relatos, en los que se percibe sobre todo la influencia  de Kipling.

La etapa más importante de su vida y obra empezará en 1897: su afición a la aventura le empuja  a alcanzar el territorio de Klondike, entre Alaska y Canada, durante la Fiebre del Oro. En 1898, decepcionado por el fracaso de sus intentos como buscador, Jack regresa a San Francisco, empezando una actividad de periodista, viajando a Europa, con numerosas estancias en Londres, y sucesivamente como corresponsal de la guerra entre Rusia y Japón (1904), hasta que el éxito de sus escritos le permitió dedicar más tiempo  a la actividad literaria y a sus sucesivos viajes a los Mares del Sur y Australia. Mientras tanto se casó dos veces, la primera con Bess Madern en 1900, con la que tuvo dos hijas,  y sucesivamente en 1905 con Charmian Kittredge, mujer culta y progresista.

El recuerdo de sus penosas, durísimas peripecias en el macrocosmo brutal de los buscadores de oro, marcadas además por un clima inhóspito y riguroso,  inspirarán a Jack sus afamadas novelas   “La llamada de la Selva “(1903), y “Colmillo Blanco” (1907).  Igualmente los largos viajes por  Oceanía  serán fuente de nuevos aportes a su obra, base de narraciones como “Lobo de Mar” (1904)El Idolatra”  y “Jerry de las Islas”(1915). Con extraordinaria originalidad, London logra narrar la realidad a través de la mirada de animales que se enfrentan a la crueldad sádica de individuos cínicos y codiciosos, y que, sin embargo, llegarán a conocer  la solidaridad y el cariño de otros que velan por  los demás seres vivientes, como en “Jerry de las Islas”, “Colmillo Blanco” y sobre todo “La llamada  de la Selva”, brutal y ardua odísea de un perro arrastrado desde la solar California, donde aun resuenan ecos hispanos, hasta el hielo obscuro del extremo Norte continental:

Otros hombres se ocupaban de sus perros por sentido del deber y por conveniencia; pero éste lo hacía como si fueran sus propios hijos, porque le salía del alma. Y más aún. Nunca dejaba de saludarlos con dulzura o de dirigirles una palabra de aliento, y cuando se sentaba a hablar con ellos (a «charlar», como él decía) era tan gratificante para él como para sus animales.”  ( La llamada de la Selva, cap.6)

En sus obras  el autor  también describe con realismo la ferocidad del mismo medio ambiente, sea en las selvas y montañas del Gran Norte que en las Islas Melanesias, donde vida y muerte se entremezclan en escenarios de estupenda grandiosidad, llevando consigo todo tipo de  peligro y dureza que marcarán para siempre el destino paralelo de lobos, perros y seres humanos.

Las inclinaciones ideológicas y sociales del autor nunca dejan de asomarse en su quehacer literario, siendo el tema principal en sus novelas “El Talón de Hierro”(1908), original y raro adelanto de la dictaduras que ensangrentarán el siglo XX, y en “Martín Eden”(1909), narración de carácter más autobiográfico. En estos mismos años, en el cercano México, la dictadura de Porfirio Díaz, pese a sus declaraciones de apertura política, reprime cruelmente las protestas de campesinos y mineros e impide la creación de leyes democráticas, mientras crece el empobrecimiento popular.

En 1911 los sucesos de la Revolución Mexicana sacuden al mundo progresista aquende y allende los Océanos: el nombramiento de Francisco Madero a presidente de México parece abrir una temporada de esperanzas a la que también London decide dar su contribución en pos del éxito democrático; lo hará primero como periodista corresponsal  asistiendo a la intervención militar estadounidense en Vera Cruz, a la que critica duramente, y al regreso de su misión, escribiendo  El Mexicano”,largo relato que narra la historia de un pobre joven del pueblo, el mestizo Felipe Rivera, cuya familia ha sido aniquilada por los soldados porfiristas. El joven se hace boxeador, poniendo todos sus recursos y ganancias al servicio de la Junta  Revolucionaria, para el rescate de su pueblo y  su tierra. Felipe tendrá que enfrentarse al vanaglorioso y rico campeón norteamericano Danny, “gringo engreido” e invicto, despiadado adversario, así que la pelea se convertirá en una lucha por la supervivencia, simbolizando el conflicto entre poderío reaccionario y emancipación popular. Aunque maltrecho y extenuado, el joven mestizo logrará imponerse, derrotando al campeóngringo, cuya victoria  parecía evidente, con la fuerza vengadora de quien lo perdió casi todo y sobrevive gracias a  sus ideales.

Sin embargo y pese a las prometedoras expectativas, el camino de la Revolución Mexicana  será aún largo y doloroso, y su contradictoria conclusión no llegará a pacificar el país del todo, ni a solucionar los problemas sociales y el reparto agrario, debido a la dura y fraudulenta oposición política de los bandos conservadores.

Jack London murió antes de ver ese triste final, en el año 1916, con sólo 40 años de edad, en una finca de su propiedad, en Glen Ellen, California, posiblemente por una sobredosis de medicamentos con los que curaba su  insuficiencia renal.

Su pluma, una de las más puras y actractivas  de la literatura angloamericana, sin olvidarse de las instancias dirigidas al mejoramiento civil y social, hizo soñar a generaciones enteras, dando voz a la naturaleza, verdadera protagonista de sus mejores novelas :

“El fantasmal silencio del invierno había dado paso al intenso murmullo primaveral del despertar de la vida. Era un murmullo que surgía de toda la tierra, colmado de alegría vital. Surgía de las cosas que vivían otra vez y palpitaban, cosas que habían estado como muertas y que no se habían movido durante los largos meses de frío. La savia subía por los vasos y fibras de los pinos. En los sauces y en los álamos estallaban tiernos brotes. Los arbustos y las enredaderas renovaban su capa de verdor. Cantaban los grillos por las noches, y de día mil especies de animales se arrastraban con sigilo buscando el sol. En el bosque alborotaban las perdices y los pájaros carpinteros. Las ardillas chillaban, cantaban los pájaros, y, en el cielo, bandadas de patos salvajes que venían del sur graznaban formados en V para mejor hender el aire.” (La llamada de la Selva, cap.V)

Colores, sonidos y cantos que cada primavera siguen acompañando, con la vuelta a la vida, el precioso legado de esperanzas que Jack London supo transmitir más allá de su tiempo,  a nuestro futuro.


Nando Pozzoni

A seguir, con Brasil…