Genesi – Affreschi Cappella Sistina
Tema: LO INOLVIDABLE
1. UN HIJO INOLVIDABLE de Higinio Rodríguez
Tenía yo… Treinta, quizás cuarenta años… No es importante ¿Sabe usted? ¡Bueno! El caso es, que andaba por la avenida XX de septiembre con mi hijo; es una avenida larga, aburrida y silenciosa; tanto o más que nuestra caminata. Observándolo, súbitamente me entristecí. Parecía contento en esos devaneos infantiles que con el tiempo nosotros olvidamos, me recordó a mí y me avergoncé. Paseaba yo por esa misma acera cuando era niño. Mi padre, jugaba y bromeaba todo el tiempo, hacía de cualquier detalle un entretenimiento. Yo no había heredado esa locuacidad y me veía abrumado por la comparación fugaz que apareció en mi imaginación. Quedé parado, él se paró, me miró. — ¿Pasa algo papá?— Me preguntó.
Yo negué con la cabeza y continué sin dilación.
— Sabes papá… — Comenzó. — Me pregunto si todos los niños quieren a sus padres igual.
— No lo sé, ¿qué piensas tú?— Respondí yo.
— No es posible, yo te quiero más.
Las secas cuencas de sus ojos, crearon una perla que rodó hasta su pantalón.
— Sabe usted, eso… Un hijo… No se puede olvidar. Si tuviera usted hijos…
Delante suya un hombre desconocido e impersonal lloraba aún más, su cara estaba apretada, en la mano una cuchara con el postre temblaba.
— Es usted un buen hombre, acábese el flan.
2. JUAN de Luis Alberto Prado
Era el entusiasmo o tal vez la ansiedad por sentir la libertad de un niño precoz que se enfundó en un mundo mayor para ayudar a mamá ya que nunca conoció a su papá.
Eh ahí Juan siempre iba galopando las praderas, formando una hilera con su mula bella a cada pueblo que estaba de feria. En su alforja cargaba toda su riqueza, en retazos de tela o cartón él demostraba su grandeza.
Con pluma o carbón era el mejor y con simples acuarelas les daba fascinación, los vendía a ricos y pobres a unos cuantos centavos.
Desgraciadamente un día pasando por un barranco su mula tropezó y ambos cayeron al infinito para juntos viajar al más allá; quizás así lo quiso el bendito.
Juan ya no está pero su recuerdo a muchos nos llena de felicidad; porque su arte perdura en el tiempo y su espíritu aventurero… aún recorre los pueblos.
3. LO INOLVIDABLE de Ariel Soulé.
Inolvidable fue ver a lo lejos la bandera inglesa en el mástil del puerto. Los inolvidables colores azul y rojo (y blanco). Los mismos colores de la bandera en la nave que me acercaba a ese puerto. Solo que era la bandera francesa, garantía de seguro refugio.
Inolvidable fue la desesperación de no saber que recurso elegir. Abandonar la nave y comenzar a nadar hasta H., o suicidarme gritando viva la patria? Pero que patria?
No, inolvidable fue la sensación de resignado de turno, como muchos otros que sin más esperanzas que las pocas que la naturaleza te ofrece como opcional cuando naces te entregas a tu destino sin remedio.
Inolvidables fueron los ojos del militar ingles cuando produje mi pasaporte R.A. de mi bolsillo. Esos mismos ojos que parecían felices de haber capturado un Argie. Y que querían gritar y llorar de alegría porque la verdad es que finalmente en esta isla que ni siquiera Jupiter se molestó a enviar una saeta, hacia sucedido «algo».
Inolvidables fueron las cuatro horas cuatro de interrogación en el mismo día que llegué y las cuatro horas cuatro del día siguiente. Ocho horas en total escuchando la misma inolvidable pregunta no importa cual respuesta obtuviesen:
Sì, claro, entiendo, pero… ¿Qué vino a hacer aquí’?
Cuando me dejaron libre, en el puerto no había aun llegado el agua, todo lo que flotaba estaba como muerto. Y entonces llegó… el agua. Un momento inolvidable.
4. LO INOLVIDABLE de Leda Negri
Me gustaría mucho contar lo que de verdad es inolvidable para mí, pero no puedo, así que cuento otra experiencia inolvidable.
Mi viaje a Australia, lo que más me gustó es Ayers Rock, el monolito que por la tarde se tiñe de un color increíble, para los aborígenes es una divinidad, lo llaman Uluro y dicen que tiene poderes especiales. Alrededor, están las montañas Olgas donde, a pesar de la sequía, hay árboles con flores de colores maravillosos. Finalmente, no puedo olvidar el encanto de la cena en el desierto bajo un estupendo cielo estrellado.
Tengo una gran nostalgia de este país tan variado, enorme y diverso y espero volver algún día.
5. ROSA INOLVIDABLE de Olmo Guillermo Liévano
Cuando tenía cuatro años de edad visité a mi tía Rosa Virginia en su casa, cuyo jardín interior estaba sembrado de solo rosas.
Atrajo mi atención de todas, una roja.
Me detuve a contemplarla…
Arrobado por su hermosura, me concentré en ella, acerqué mi rostro al rostro suyo y recorrí asombrado su interior.
Sin darme cuenta, succionó todo mi ser y mi cuerpo hacia adentro, en la aventura más maravillosa hasta ahora jamás imaginada.
No sé cuánto estuve, hoy pienso que fueron siglos.
No volví a jugar con mis hermanos ni con otros niños. Sonámbulo y en la soledad del patio mi sitio nuevo preferido, dediqué mis días de niño a hondos pensamientos, comprendí cosas, hablé con las hormigas y aprendí sobre la evolución de los seres del planeta.
También descubrí que el miedo no existe, que somos inmortales.
Mis padres preocupados por tener un hijo diferente me sacaron a conocer lugares… Sorprendidos, antes de entrar les describía detalladamente cada sitio, como si ya los hubiera conocido antes.
Resolvieron meterme al colegio para aprender mis primeras letras, junto a otros niños.
Allí pronto comencé a notar que se me iba borrando de mi memoria lo vivido. Llevo años intentando volver a hacerlo, pero no sucede nada.
He pensado que, al haber tenido la pureza de un niño, pude ver detrás del velo. Por alguna razón que desconozco, al esforzarme por recordar lo inolvidable, va desapareciendo mi memoria.
Intenté transmitirlo a tres sabios para ver si sabían algo de esto y el borrón de los recuerdos fue mucho más intenso.
El otro sentido, el de la orientación ya no lo tengo. Como me pierdo en todas partes, al salir debo dibujar planos y señales de cada paso.
Esta es la primera vez que lo escribo. No he inventado nada.
6. INOLVIDABLE de Iris Menegoz
El recuerdo vacía y rellena la niebla detrás del camino donde yo te seguía, escuchando mi aliento intentar atarse al tuyo, ya lejos entre las rocas.
La alegría estaba allí, entre las montañas altas con pequeñas flores.
Quédate conmigo aunque se hayan apagado los colores.
Vuelve, como la fábula antigua que asusta a los niños para que se duerman abrazados.
El dolor es un rio «carsico».
Nace y muere cuando le da la gana.
No te avisa, se ríe de ti, te engaña.
¡Como si fuera fácil contar un dolor!
7. LA CALENTURA, UN PROBLEMÓN de Luis Martin Ghiggo
¡Día de mierda!
— Haced esto, haced aquello, se lamentaba Marco.
Dos días trabajando, como mula en librería. Su madre le había conseguido el trabajo, por la travesurilla que le hizo a la criada.
— Manuelita… Ven acá que jugamos hoy. Toca limpiar debajo de mi cama.
— No, Señor, todavía me duelen las rodillas del viernes pasado.
— Venga Manuela, que lo vas a disfrutar. Con su voz de chaval gilipollas.
Sus calenturas lo jodieron a lo grande. Tercer día y sus huesos no podían más.
— Mueve, levanta, limpia las cajas para allá, desempolva las enciclopedias, etc y etc.
De chaval altanero a pringao en un dos por tres. Don Hernán con su rostro de diablo, le había desgastado la soberbia. Más reclamaba, menos tiempo para descansar tenía.
Le gustaban los libros eróticos, que el Don tenía en su colección privada. Una vez mangó uno de los libros que tenía una escena muy cachonda.
Le diré a Manuelita que limpie ¡Sí, hoy le ayudaré a limpiar! Con esa idea el yogurín de Marco, salió de la librería. Al día siguiente, la librería cerraría por luto. Don Hernán moriría con las manos en la polla.
Marco llegaría a su casa, llamaría a la sirvienta.
— Toma, léelo y después vienes a limpiar, que hoy acabaremos con todo el polvo del cuarto.
A esa misma hora, 5 calles más allá, el Don iba a su oficina y con sus manos arrugadas, temblorosas, abriría su armario privado para sustraer su precioso libro, pero al no encontrarlo, se puso demasiado alegre. Mientras en casa, Marquitos no sabía que daba salvación a su criada; ella lo abrió y encontró el manual para el buen cristiano ”Cómo no hacer cosas carnales”.
Juanita enamorada y Marco sin nunca poder olvidar su buena acción.
¿Semana inolvidable, verdad?
8. LO INOLVIDABLE de Raffaella Bolletti
Como cada mañana al amanecer estaba sentado allí, en el jardín, la mirada perdida hacia el horizonte. No tenía zapatos para así sentir el césped bajo sus pies; olfateaba el aire puesto que sólo podía contar con el inolvidable olor a hierba recién cortada o con el perfume de las flores o el perfume que permanece suspendido en el aire después de la lluvia. Los olores le despertaban recuerdos positivos y le traían a la mente imágenes reales e intensas. El mundo seguía existiendo y él sentía que formaba parte de todo esto, pero sin ser participe. Ojalá pudiera recuperar por un momento su vista desde ese pasado inolvidable. Como cada mañana, pasaba los dedos por toda la cara de la mujer a su lado, para averiguar sus rasgos, si bien percibía que sus ojos verdes aún tenían ese inolvidable brillo del que se enamoró. Necesitaba que le describiera una y otra vez lo inolvidable que eran los colores del amanecer, del agua del mar, del cielo, lo que había visto mil veces, lo que ya no podía ver, ya que ahora sólo podía recurrir a las imágenes fijadas en su memoria. Para él lo inolvidable era la vida, por ser única e irrepetible, y todo lo que le pasó, para bien o para mal, era lo inolvidable que necesitaba para vivir en la oscuridad de la ceguera.
9. LO INOLVIDABLE de Adriana Langtry (*)..
Fue entonces que empezó a olvidar. Su mirada añosa y arrugada comenzó a despegarse de todo lo que lo rodeaba: de la multitud de generaciones que había procreado, de los seres amados, deseados o tan sólo imaginados durante su existencia, ya demasiado larga. Se esfumaban los contornos y ahora, el mundo que con tanta meticulosidad había ordenado se transformaba en caos, en magma ardiente, antes de ser engullido por ese ogro oscuro que era el olvido.
Se despegó de sus hijos y luego de las distintas mascotas de su historia: perros y gatos que desde siempre le habían rondado entre las piernas; peces multicolores que, de mudanza en mudanza, habían poblado la pecera redonda; aquella tortuga con sus hilachas de lechuga esparcidas por los balcones; los canarios criados en aquel galpón de la terraza; el pequeño camaleón para el cual los niños solían cazar moscas.
El olvido se tragó así el nombre de las cosas, la variedad de paisajes y estaciones, el terciopelo de las flores, el sabor de los frutos, la vibración de las semillas bajo tierra. Se diluyeron en la nada el cielo y sus colores, el destello de las constelaciones y sus rutas galácticas, el repiquetear de la lluvia en los cristales, el golpe de las olas contra el cuerpo desnudo.
Y de tanto olvidar olvidó al final su nombre. La memoria, como una pared vieja, se le descascaró de recuerdos. Y a un cierto punto, como había sucedido en los comienzos, volvió a encontrarse al borde de un abismo, desamparado, perdido en las tinieblas.
Fue entonces, en la noche más negra, que como chispa surgió lo inolvidable. El último recuerdo, al que volvió a aferrarse como si fuese el principio.
Fue entonces que dijo: Que la luz sea. Y la luz fue.
10. AYÚDAME de Luigi Chiesa
Ayúdame a recordar lo inolvidable; nuestros momentos juntos, tu canción, esa noche fría, tu cara cuando reías, recuérdamelo por favor, la enfermedad me está devorando poco a poco. Te ruego, quiero recordar por favor, me queda muy poco y el tiempo pone capas de herrumbre sobre los recuerdos, que se van como hojas que vuelan por una ventana abierta, por una brisa helada en invierno.
Estoy buscando dentro de mí cualquier olvido de felicidad, si no hay recuerdo no hay nada, todo pasa, se queda sólo el recuerdo, cualquiera, pero que me mantenga vivo.
¿Qué pasa, te acuerdas? – No, no me acuerdo, quién eres tú? – me parece una cara ajena. Mi cerebro es un cajón lleno de cosas guardadas, ahora vacío, borrón y cuenta nueva. Una pizarra limpia donde hay que escribir todo desde el principio, rellenar lo que falta, reconstruir amistades, amores, reconectar relaciones sociales, como cuando era un niño y me encantaba hacer rompecabezas.
Rehacerse una vida poniendo pieza tras pieza hasta la cumbre de la torre de marfil de lo inolvidable que era mi casa. ¿Por dónde empiezo? ¿Cuál es el primer ladrillo que tengo que poner? No hay esperanza, solo la pistola humeante me mira torcida ahogada en rastros de sangre.
11. UN DÍA EN NOVIEMBRE de Jean Claude Fonder
Un grito largo y desgarrador me traspasó el corazón. Mi mujer estaba extendida sobre la cama ginecológica, daba a luz a nuestra hija. Entonces, la epidural no existía.
— Empuja, empuja, —repetía la comadrona, como para prolongar el dolor.
La sala de parto era blanquecina a pesar de sus paredes amarillas, una lámpara enorme alumbraba violentamente toda la escena. Éramos cuatro, el tocólogo, el anestesista, la comadrona y yo que estábamos animando a la pobre parturienta como si estuviéramos en un estadio. Las técnicas de pequeñas respiraciones estaban muy lejos.
Cuando por fin se divisó el pelo negro de mi hija que intentaba sobrepasar el cuello del útero, el doctor decretó:
—Hay que proceder a una incisión, puedes dormirla, —dijo mirando al anestesista.
Algunos instantes más tarde, entalló la membrana que resistía y con los fórceps hizo sacar la cabeza de la pequeña que se echó en seguida a gritar vigorosamente. En un santiamén el médico dio una vuelta al cuerpo de la niña que pudo entonces extraer sin otras dificultades. Le separó tranquilamente el cordón umbilical y consignó el bebé a la comadrona que me hizo un signo autoritario con el fin de que la siguiera.
Me pidió que la ayudara a bañar rápidamente al bebé, me hizo firmar una pequeña pulsera que ató a la pequeña muñeca y una vez puestos los pañales me consignó a nuestra hija… en pocos instantes, me había convertido en padre.
Mi mujer dormía, tenía una sonrisa en los labios. Jamás lo olvidaré.
12. UNFORGETTABLE de Graziella Boffini
— Quiero escribir algo. Algo que sea importante para la humanidad. Algo fundamental, que se convierta en un hito del pensamiento, algo que revolucione la historia de la filosofía, algo que ayude a la raza humana en su desarrollo.
Algo inolvidable.
— ¿…y de que se trata?
— No sé, lo tenía aquí, en mi cerebro, pero ahora se me ha escapado. Lo he olvidado.
13. LO INOLVIDABLE de Max Gaspari
Un sueño es inolvidable si te acompaña por toda la vida. El primer beso es inolvidable, mejor sería que fuera el último. El primer amor, hay quien dice, es inolvidable, yo prefiero el último. Un amanecer, una puesta de sol, una frase, una voz, palabras dichas y no dichas, una cara, una mirada. La memoria es una ciudad y sus edificios son lo que se resiste al viento del olvido.
14. LO INOLVIDABLE anónimo
La antigua persiana de madera que cubría el gran ventanal de la clase de octavo de EGB se alzaba y bajaba con una manivela a la que era necesario aplicar un cierto grado de fuerza para poder manejarla. Los pupitres de madera lacada, nuevos, con su cajonera. Los bolis Bic que se deslizaban sobre las hojas de cuadritos al son del dictado de la maestra. La presencia inolvidable de R. que lo llenaba todo, su voz y sus pasos. Cuando una vez, en el recreo, me dijo bromeando “entonces no tenemos nada en común”, al descubrir que nos gustaban equipos de fútbol rivales. El vacío de su ausencia.
(*).. Micro ganador