Caligrafía: Francesca Biasetton

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Queridos amigos, siguiendo diseñando la mapa del mondo de la caligrafía internacional, hoy os propongo la contribución de Francesca Biasetton, artista genovés, que en su obra presenta la caligrafía como síntesis estética del dialogo entre culturas. Estudia desde mucho tiempo la caligrafía árabe que, en sus obras, acerca a caracteres latinos, creando en este modo un connubio verdaderamente interesante (ha colaborado también con la artista iraní Golnaz Fathi).
Se puede seguramente afirmare que Francesca tiene «la obsesión del alfabeto» en el sentido que sobre el alfabeto ha inventado tantas cosas, incluso teatro para niños. Su actividad concierne varios sectores entre los cuales hay también la moda: ¡Realiza hasta vestidos con escritas a mano!
Ha llamado sus caligrafías ilegibles «Asemic Writing», formando parte en este modo de un vasto conjunto de artistas que la practican.
Actualmente es presidente de la Asociación Caligráfica Italiana.

FRANCESCA BIASETTON

calligrafia | illustrazione
Presidente ACI
www.biasetton.com
www.flickr.com/photos/biasetton
http://it.youtube.com/biasetton

Siempre he dibujado y hasta una cierta edad no supe de la existencia de la caligrafía occidental y de sus aplicaciones –comerciales y artísticas. La caligrafía pertenecía a un mundo exótico, signos no legibles de alfabetos desconocidos. Casualmente –por curiosidad- tomé algunos cursos de shodo (caligrafía japonesa). A raíz de haber descubierto la edición italiana de un libro inglés sobre la caligrafía, entré en contacto con Anna Ronchi recién llegada de Roheampton Institute de Londres. Después de haber hablado con ella, contagiada por su entusiasmo, partí para asistir a mi primer curso de caligrafía en ese mismo instituto. Al primer encuentro le siguieron otros, gracias también a los cursos organizados en Italia por la recién nacida Associazione Calligrafica Italiana, fundada en Milán en 1991, y que actualmente presido. A la asociación  se le debe el resurgimiento de la caligrafía en Italia que está viviendo su momento de oro: veinte años atrás éramos pocos, la caligrafía era un sector inexplorado; era necesario hacerse conocer y hacer conocer la caligrafía junto a sus numerosas aplicaciones. No obstante, es aún limitada la utilización de internet y de las redes sociales, instrumentos útiles para la difusión de la caligrafía.

Seguí un camino de estudio formal, aquel necesario para la formación de un profesional, y apliqué la caligrafía en trabajos comerciales –lettering para logotipos, caligrafía para eventos y video, escritura sobre tela y paredes…

Me incliné por las escrituras “cursivas”, que prefiero porque las siento más en sintonía con mi proprio trazo, escrituras que interpreto con instrumentos insólitos en la búsqueda de un signo sucio, impuro, non controlable pero de cualquier manera ligado a formas interiorizadas a través de un ejercicio constante.

De la feliz unión de la ilustración y de la caligrafía nace mi colaboración en el espectáculo teatral para niños “Abbecedario” en el cual dibujo y escribo en video proyección, creando en directo el fondo de las historias y las rimas sobre las letras del alfabeto. El espectáculo debutó en 2001 y ha superado las trescientas funciones. También ilustré el libro que lleva el mismo nombre, que ha ganado el premio Andersen 2003.

Desde hace algunos años sigo un camino de trabajo personal sobre el signo puro, no vinculado a las formas de las letras. Son signos que se traducen sobre el soporte de una manera fluida, sin relación con la legibilidad, pero que igual mantienen una relación con las formas de la escritura –formas no funcionales a la comunicación del mensaje como texto, desvinculada de las figuras codificadas: escritura ilegible, texto abierto, imágenes abstractas, que pone al espectador en un equilibrio entre leer y mirar. Después de un disciplinado camino de aprendizaje y de haber atendido de manera profesional las exigencias de los clientes, surgió un desarrollo natural: liberarse de los vínculos de las palabras, de las formas, de los colores. En un primer momento utilicé solo blanco y negro. Actualmente la gama cromática que utilizo es muy limitada –blanco, negro, gris, rojo- a veces beige; los soportes son la tela y el papel.

Últimamente, gracias a los numerosos artículos impresos y en la web, presto particular atención al tema de la escritura a mano y a su enseñanza. El uso del teclado nos desacostumbró a la escritura manual, dándonos la ilusión de ahorrar tiempo mientras lo estamos perdiendo: el tiempo de pensar, de proyectar. Es una pena que el lápiz, instrumento versátil y vivo, haya perdido el encanto para las nuevas generaciones.

Ocasionalmente, cuando me lo piden, enseño, pero siento un poco de pudor, una timidez debida a la conciencia de mis límites y de cuánto tengo todavía que aprender: cuando se termina de aprender se comienza a envejecer…

En mi primer curso en 1991, en el Roehampton Institute de Londres, y luego en Bélgica en dos ediciones de Callitype, y en numerosos cursos que he frecuentado, encontré personas provenientes de todo el mundo con quienes compartir la pasión por el alfabeto y sus formas. Fueron encuentros muy estimulantes que me llevaron a viajar nuevamente para cultivar estas relaciones más allá de la experiencia caligráfica. Además de Europa, tuve la suerte de ser invitada a Irán, donde pude confrontarme con el artista Golnaz Fathi, con quien mantengo una hermosa relación de amistad.

En 2011, cerca de cumplirse el vigésimo año, asumí el cargo de Presidente de la Asociación Caligráfica Italiana, fundada en Milán en 1991 por seis apasionados de la caligrafía con el objetivo de promover y difundir el arte de la escritura a mano. El trabajo es copioso pero cuento con la ayuda constante de un equipo “femenino”: Anna Ronchi, presidente honorario y Anna Schettin, vice-presidente y responsable de los cursos, las dos socias fundadoras del ACI; sin olvidar a Elena Trevisiol, nuestra secretaria de confianza y los numerosos socios que colaboran con todo lo necesario para la vida de la asociación.    

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Ho sempre disegnato, e fino a una certa età sono stata ignara dell’esistenza della calligrafia occidentale, e delle sue applicazioni – commerciali ed artistiche. La calligrafia apparteneva a un mondo esotico, segni non leggibili di alfabeti sconosciuti. Per puro caso – per curiosità – ho seguito alcuni un corso di shodo (calligrafia giapponese). A  seguito dell’incontro con l’edizione italiana di un libro inglese sulla calligrafia, sono entrata in contattato con Anna Ronchi, appena tornata dal Roheampton Institute di Londra. Dopo aver parlato con lei, contagiata dal suo entusiasmo, sono partita per frequentare il mio primo corso di calligrafia presso il medesimo istituto. Al primo incontro ne sono seguiti altri, anche grazie ai corsi organizzati in Italia dalla neonata Associazione Calligrafica Italiana, fondata a Milano nel 1991, e che attualmente presiedo. All’associazione si deve la rinascita della calligrafia in Italia, che sta vivendo il suo momento d’oro: vent’anni fa eravamo in pochi, la calligrafia rimaneva un settore inesplorato, occorreva farsi conoscere e far conoscere la calligrafia assieme alle sue numerose applicazioni. Nonostante l’utilizzo ancora limitato di internet e l’assenza dei social network, strumenti utili alla diffusione della calligrafia, le occasioni non sono affatto mancate, c’era un vuoto da riempire.

Ho seguito un percorso di studio formale, quello necessario alla formazione di un professionista, e ho applicato la calligrafia agli usi commerciali – lettering per logotipi, calligrafia per eventi e video, scrittura su stoffa e pareti…

Mi sono orientata verso le scritture corsive, che prediligo perché le sento più in sintonia con il mio tratto, scritture che interpreto con strumenti insoliti, alla ricerca del segno sporco, impuro, non controllabile ma comunque legato a forme interiorizzate attraverso un esercizio costante.

Dalla felice unione dell’illustrazione e della scrittura nasce la mia collaborazione allo spettacolo teatrale per bambini “Abbecedario”, in cui disegno e scrivo in vedeoproiezione, creando in diretta lo sfondo alle storie e filastrocche sulle lettere dell’alfabeto. Lo spettacolo ha esordito nel 2001, ed ha superato le 300 repliche. Ho anche illustrato l’omonimo libro, che ha vinto il premio Andersen 2003.

Da alcuni anni seguo un personale percorso di lavoro sul segno puro, non vincolato dalle forme delle lettere. Sono segni che si traducono sul supporto in modo fluido, senza relazione con la leggibilità, ma che pure mantengono un legame con le forme della scrittura – forme però non funzionali alla comunicazione di messaggio in forma di testo, svincolate dalle forme codificate: scrittura illeggibile, testo aperto, immagine astratta, che pone il fruitore in equilibrio tra leggere e guardare. Dopo il disciplinato percorso di apprendimento, e professionalmente, aver seguito le esigenze dei clienti, è stato uno sviluppo naturale: liberarsi dei vincoli delle parole, delle forme, dei colori. In un primo tempo ho utilizzato solo bianco e nero. Attualmente la gamma cromatica in cui mi muovo è molto limitata – bianco, nero, grigio, rosso – qualche volta il beige), i supporti sono la tela e la carta.

Ultimamente, anche a causa dei numerosi articoli usciti sulla stampa e sul web, presto particolare attenzione al tema della scrittura a mano e del suo insegnamento. L’uso della tastiera ci ha disabituati alla scrittura manuale, dandoci l’illusione di guadagnare tempo, mentre lo stiamo perdendo: il tempo del pensare, del progettare. E’ un peccato che la matita, strumento versatile e vivo, abbia perso fascino per le nuove generazioni.

Occasionalmente, quando mi viene richiesto, insegno, ma provo una sorta di pudore, una timidezza dovuta alla consapevolezza dei miei limiti e di quanto ancora devo imparare: quando si finisce di imparare si inizia a invecchiare….

Al mio primo corso, nel 1991, presso il Roehampton Institute di Londra, e successivamente in Belgio per due edizioni del Callitype,  e in occasione dei numerosi corsi che ho frequentato, ho incontrato persone provenienti da tutto il mondo con cui condividere la passione per l’alfabeto e le sue forme. Sono stati incontri ricchi di stimoli, che mi hanno portata a viaggiare per coltivare queste relazioni, anche al di fuori della sola esperienza calligrafica. Oltre all’Europa, ho avuto la fortuna di essere stata invitata in Iran, dove ho avuto occasione di confrontarmi con l’artista Golnaz Fathi, con cui mantengo da allora un prezioso rapporto di amicizia.

Nel 2011, allo scoccare del ventennale, ho assunto il ruolo di Presidente dell’Associazione Calligrafica Italiana, fondata a Milano nel 1991 da sei appassionati alla calligrafia, con lo scopo di promuovere e diffondere l’arte della scrittura a mano. Il lavoro è molto, conto sull’aiuto costante di un team “al femminile”: Anna Ronchi, presidente onorario, e Anna Schettin, vice-presidente e responsabile dei corsi, entrambe socie fondatrici di ACI; senza dimenticare Elena Trevisiol, nostra fidata segretaria, e i numerosi soci che collaborano portando i diversi contributi necessari alla vita dell’associazione.

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