Perros lejanos

Esos perros lejanos, de Manuel Janeiro

Uno no es crítico literario, ni siquiera comentarista de ocasión, solo lector aficionado, pero hay veces que los libros se nos incrustan en el alma de forma despiadada, de la misma forma que seguramente el autor lo ha escrito, y no tenemos más remedio que hacer un comentario al amigo fiel que siempre nos acompaña o, como en este caso, dar voz, incluso alertar, en redes sociales, donde existen amigos desconocidos que igualmente nos acompañan, de la existencia de un hecho poético notable. La editorial transforma-editores.com, de Vigo, acaba de publicar un libro que, como tantos otros, se sumará al enorme recuento de libros desconocidos. Pero para el lector atento sería un despropósito tirar de olvido ante esta pequeña joya. El libro fue finalista del premio Löewe de poesía de 2021.

En menos de treinta poemas, el poeta da un vuelco brutal a la habitual percepción humana que tenemos de las cosas y de la propia existencia. El libro es en realidad un solo poema único que en apenas sesenta páginas hace ese giro conceptual que nos interroga sobre los límites de la existencia, del amor, de la verdad, de la identidad.

El poema se ve cruzado por leyendas antiguas en las que aparecen seres híbridos como los hombres lobo, los perros lobo o el hombre perro.

Son seres de una melancolía extrema como lo pudiera ser el Conde Drácula, el dinosaurio de Onetti o el dragón de San Jorge.

No se sabe si son uno o varios perros, o quizá lobos, tan solo bestias. Si el mismo sujeto, cánido u homínido, es el poseedor/propietario de tantas formas de extrañeza y melancolía como se acumulan a lo largo de una historia que no comparte con ninguna historia lo más característico y propio de las historias: principio y fin.

Esos perros lejanos viven en bucle el eterno retorno de una introspección permanente que no les lleva nunca a aclarar y, por tanto, a esquivar el destino que, cuanto más perverso, más ajeno parece al confort terrestre de la razón humana.

Un hondo misterio surca las ásperas venas de estos perros lejanos. Un misterio que apela directamente a la identidad del lector, se considere este hombre de bien o un vil canalla.

A lo largo del poemario el lector queda automáticamente convertido en ser, pero en un ser que no atiende a razones individuales, a preferencias o apetencias personales. Es un ser que se convierte en SER. Es algo que existe, pero cuya identidad él mismo no logra descifrar porque no se trata de la conciencia del individuo ni de la pesadumbre ciega del instinto animal. Es un ser al que le alcanza todo lo que existe. Así, tiene el mismo valor el soldado cobarde que jamás entrará en combate, que la tramposa urraca o el nutrido verde de los acebos.

Hay un temblor panteísta, una indefinición de límites entre seres vivos y los aparentemente inertes. Hay un dolor de existir que sobrecoge por igual a todas las criaturas, sean o no conscientes de ello. Perro lobo, hombre lobo, raposa o perfil del horizonte.

Todo se enfrenta a una inmerecida memoria de dolor o salvación. Pero, ¿de qué hay que salvarse? ¿Hay esperanza? ¿Hay esperanza para unos seres que cuanto más se humillan más creen en su derrota? ¿Qué significa derrota en un mundo en el que todo fluye más allá de la razón, en ese continuo fluir entre lo que parece vivo y lo que parece inerte?

Manuel Janeiro ha escrito un poemario que no es de nuestro tiempo, sino que pertenece al TIEMPO. Y ese tiempo se nos aparece tan próximo como inalcanzable. Se llama tiempo de poesía.

Arturo Lorenzo.
Madrid,
noviembre de 2023