El mundo roto

Palabras desde septiembre

Ningún otro afán más que resistir entre las sombras del crepúsculo.

Los tiempos andan muy sobrados de melancolía.

Reyertas políticas en el patio de Monipodio.

Sobreactuamos por encima de las ruinas de un hartazgo infinito. El hartazgo de lo político.

Por eso, por tanta felicidad acumulada, declaré ilegales todos mis recuerdos.

TONDAL’S VISION – HIERONYMUS BOSCH

El caos indestructible. En el territorio del desgobierno absoluto lo único firme, sólido, estable y duradero es el caos.

La libertad, tal como se entiende hoy, conduce indefectiblemente al botellón de playa o de pradera.

Malos tiempos los que confunden la libertad con la cerveza y olvidan la Revolución que dio origen al mundo moderno.

Camino tan ajeno a todo que hasta la muerte me evita.

El fuego es el único animal mineral no vivo que no tiene miedo.

Vivo en el centro de una penumbra encanecida con licencia para un encanallamiento tardío, progresivo e imparable.

La patria es un defecto. Y yo lo tengo. Mi patria: 1789, 1968… y las que vengan. La revolución es un delirio y delirar siempre ha sido productivo.

Desde el primer día, desde la primera noticia le atravesó una doliente ola de incertidumbre.

Hace triste. Sí, Jordi, hace triste, pero no por eso me voy a perdonar.

Cuando todo se enreda en el sopor anodino de la tarde. Cuando ser ayer no era peor que ser mañana.

En estos días carentes, por ley, de besos y abrazos sentimos que un fuego incombustible, como la zarza bíblica, atraviesa nuestro corazón.

Aquí, apostado frente al gran mar de la Antigüedad creo que nunca   llegaré a saber si soy dragón o simple escoria.

La humanidad entera persiguiendo un destino de selva y afrodisíacos.

Los peces ladran bajo las aguas con un furor de sorpresa y agonía.

Barajas: melancolía enfermiza de estos montes desmochados que conducen al este, hacia un mar que nunca ven.

Afganistán: sobre un cielo ceniciento, las nubes, mesnadas de tribus dispersas, de etnias diversas, se acorralan y persiguen hacia el campo de batalla, tormenta eléctrica en la que todos serán víctimas. 

Menorca: las peras, como recién caídas del árbol, guardan el sabor del estío fresco y volátil. Los tomates saben al antiguo aroma de la tierra que conocimos en la infancia. El viento sopla infatigable arremolinando nubes como corderos mansos que traen lluvia y ese toque otoñal de las fronteras del norte.

Un país de tribus dispersas y hedonistas que viven ensimismadas en la beatitud de su tierra prometida. La parsimonia se ha elevado a virtud principal de moradores y transeúntes.

Soy el primero en ser el último.

En el próximo ciclo de los astros crecerán los bosques de cerillas ardiendo, o lo que es peor, a punto de hacerlo.

Si no tuviéramos miedo al tiempo y tuviéramos tiempo para el miedo…

Amanecía triste un sol pagano. Dormía el viento a la espera de sus horas más célebres. Un diluvio gris y turbio ocultaba por completo el reino de poniente. Amanecía, sí, con el dolor triste del amor desaparecido. Con la falsa promesa de un mañana que jamás se cumpliría. Él sin embargo no estaba abatido.

Un enjambre de helechos e incertidumbres, donde yo me hago no para que tú seas.

El incierto amor de la adolescencia nunca fue suficiente. Aunque sí absolutamente benéfico para destruirnos para siempre.

He visto que las noches aborrecen mi presencia. Por eso me oculto entre sus sombras.

He visto las sangrientas nubes precipitarse sobre la tierra cargadas de formas eléctricas y la terquedad de los alces envueltos en esa niebla cárdena del atardecer ártico.

Yo ya lo que aspiro es a morir en la frontera de un recuerdo.

Arturo Lorenzo.
Es Castell, inicios del otoño de 2021