Thor Heyerdahl, entre los fiordos y la realidad de las míticas rutas transoceánicas

“Considerate la vostra semenza: 
Fatti non foste a viver come bruti,
ma per seguir virtute e canoscenza.“

(Dante Alighieri, Divina Commedia, Inferno, canto XXVI)

En 1938 un joven científico noruego, recién licenciado en la Facultad de Antropología de la Universidad de Oslo, escucha bajo el cielo estrellado de la lejana isla de Fatu Hiva, archipiélago de las Marquesas, el cuento de un viejo marinero polinesio. El joven antropólogo, Thor Heyerdahl, lleva casi dos años allí, en el corazón del Océano Pacífico, concentrado en una nueva investigación sobre las poblaciones isleñas, asistido por otro noruego, Henrik Lie, residente desde largo rato en el mismo archipiélago. Así refiere Heyerdahl, en su primer libro “Paa Jakt efter Paradiset=En busca del Paraíso “las palabras del viejo patriarca indígena: 

“Tiki era un dios y un cacique al mismo tiempo. Fue él quien condujo a nuestros antepasados a las islas donde hoy vivimos. Anteriormente vivían en un gran país mucho más allá de los mares “.  

Y el joven noruego añade: “Ese anciano aún vivía en un lejano pasado y quedaba atado a él con todas las fibras de su ser[…No cabe duda de que era uno de los pocos en esas islas que aun recordaba las leyendas sobre sus antepasados ​​más remotos y el gran dios principal polinesio Tiki, el hijo del sol, y creía en ellas. Esa noche, mientras nos deslizamos en las literas de nuestra pequeña choza, la obsesión por los cuentos del viejo Tei Tua persistía en mi cerebro sobre el sagrado país de origen más allá de los mares[…]   Era como una voz llegada de tiempos prehistóricos, que intentaba contarnos algo ahí afuera en la noche […] Me parecía que el tiempo ya no existía y que Tiki y los navegantes de su séquito quisieran arribar allá donde las olas se frangían en espuma. Y aquí un pensamiento repentino me sacudió: ¿Pero cómo no te diste cuenta, me pregunté, de que las gigantescas efigies de piedra, allí en la jungla, se parecen de manera impresionante a los grandiosos relieves de piedra en América del Sur, esos restos de civilizaciones extintas hace mucho tiempo?

Aquí empieza el sueño del joven antropólogo, inspirado por la similitud entre las estatuas en la isla de Fatu Hiva y los vestigios arqueológicos de Tiahuanaco, en lo más elevado de la altiplanicie andina, sueño que se convertirá unos años después en la primera de sus increíbles odiseas surcando los Océanos. Mientras tanto, en 1939 Heyerdahl viajará a Canada, en la costa Oeste del País, buscando otros eventuales rastros sobre posibles contactos históricos entre el Continente Americano y Polinesia. Desgraciadamente la llegada del segundo Conflicto Mundial envuelve el planeta en unos escenarios sangrientos de muerte y destrucción que paralizan la vida civil y cultural, así que tampoco el ensayo de Heyerdahl “Paa Jakt efter Paradiset” podrá ser traducido a otros idiomas. Noruega sufrirá, como muchos Países europeos, la ocupación de las tropas nazi-fascistas; Heyerdahl contribuye a la Resistencia contra los invasores alistándose en la Unidad Paracaidista noruega de las Fuerzas Aliadas.

El año 1947 la paz vuelve a reinar en la mayoría de los Países involucrados en la segunda Guerra Mundial, y aunque las consecuencias del terrible conflicto siguen afectando parte de los escenarios internacionales, vientos de libertad y justicia social sacuden todos los continentes, desmoronando también los yugos de las potencias coloniales. Ciencias, arte y cultura vuelven a brotar en un clima de apertura e intercambio cultural. Heyerdahl regresa a las orillas del Pacífico, esta vez a Ecuador, en la selva de Quevedo, donde escoge nueve troncos de balso, árbol típico de los bosques subtropicales, cuya madera flota mejor que otras, que serán remolcados hasta Perú, a un astillero de la Marina Militar. Aquí el antropólogo encargará a unos nativos la construcción de una enorme balsa equipada con un rudimental camarote y velamen de tipo incaico, empleando las técnicas constructivas narradas por los cronistas españoles en la época de la Conquista. Su intención es demostrar técnicamente que las islas de Polinesia habían sido colonizadas por las antiguas poblaciones amerindias. La balsa será bautizada “Kon-Tiki, en recuerdo de Con Tiki Viracocha, rey enviado por el dios Sol a la Tierra, según las leyendas de los Aymaras, indígenas del lago andino Titicaca, y, respectivamente, de Tiki, hijo del Sol en los mitos de Polinesia. En la vela principal Heyerdahl hizo pintar el rostro del rey Sol, conforme a las efigies de Tiahuanaco. La Kon-Tiki estaba equipada con aparatos radio (¡accionados con generador manual!), brújulas, prismáticos, cámaras (también de película) e instrumentos de medición, así como alguna herramienta, anzuelos y redecillas para la pesca. El 28 de abril de 1947 la atrevida embarcación zarpa del puerto peruano de El Callao, arrastrada por el remolcador militar Guardián Ríos hasta la Corriente de Humboldt, inmenso flujo de agua fría procedente del Antártico, que se desvía al Oeste bajo la línea ecuatorial. De aquí seguirá la derrota de los vientos y las corrientes. Además de Thor Heyerdahl, la Kon-Tiki estaba tripulada por otros cinco hombres: 

Erik Bryn Hesselberg (1914 -1972) noruego, marinero, autor, fotógrafo, pintor y escultor; fue él quien pintó el rostro de Tiki Viracocha en la vela. 

Bengt Danielsson (1921-1997), sueco, sociólogo, autor de ensayos sobre las migraciones humanas; en la balsa también actuó como cocinero, pañolero e intérprete, sobre todo antes de la partida, por ser el único de la tripulación que conocía español.

Knut Haugland (1917-2009), noruego. Después de matricularse en estudios de radio militar, se unió al ejército noruego en1940, participando en la Resistencia contra la ocupación alemana.

Torstein Raaby(1920-1964), noruego, operador de radio, ya galardonado por su actuación como agente de la Resistencia anti-nazista; durante la navegación de la Kon-Tiki intercambiaba frecuentes mensajes con radioaficionados en Chile, Estados Unidos e incluso Noruega, con un pequeño transmisor de 6 vatios.

Herman Watzinger (1910-1986), ingeniero, de familia noruego-alemana. Su doctorado en la universidad de Trondheim tuvo que interrumpirse a causa del Segundo conflicto Mundial. Después del final de la Guerra obtuvo una beca para realizar estudios correspondientes en Estados Unidos, donde conoció a Thor Heyerdahl. A través de los contactos de Watzinger con el Pentágono, la expedición Kon-Tiki pudo recibir provisiones y equipo. A bordo de la balsa, Watzinger era el segundo al mando, responsable de las mediciones meteorológicas e hidrográficas. 

Junto a la tripulación viajaban dos mascotas: un loro verde, hispanohablante, acostumbrado a las navegaciones y un extraño cangrejo que durante el viaje moraba cerca de la espadilla.

Navegando, la estructura de la embarcación dio excelentes resultados: gracias a las resinas en su interior, la madera de balso nunca absorbía agua en exceso, ni tampoco la del oleaje, que, entrando por la borda, desaparecía rápidamente entre las junturas de los troncos, sujetados con cuerdas resistentes a la humedad y al rozamiento. 

La balsa tuvo que atravesar cuatro mil millas marinas (unos 6.500 km.) antes de alcanzar , tras 101 días, unos islotes del archipiélago polinesio de Tuamotu; la arribada, después de divisar, en la tarde 30 de julio unas bandadas de aves marinas, se convierte lamentablemente en un naufragio unos días después, debido a la fuerte corriente que arrastra la balsa contra los arrecifes de la isla deshabitada de Fenua; sin embargo Heyerdahl y sus compañeros logran salvar todo el equipo, los instrumentos de a bordo y las mascotas y hasta enviar mensajes radio, que serán captados en Polinesia francesa y Estados Unidos. La misma embarcación será recuperada gracias a los habitantes de la cercana isla de Raroia, quienes acogen amablemente a los navegadores; aquí los seis europeos aprovecharán la ocasión para profundizar más sobre el ambiente, cultura y mitos del archipiélago. A los pocos días, navegantes y balsa serán trasladados a Tahiti por la goleta Tamara.

El éxito del viaje le valió a Heyerdahl y sus compañeros fama y popularidad mundial. El documental rodado durante la expedición, luego montado por el productor noruego Olle Nordeman, apareciendo en las pantallas de medio mundo, desvelaba a los ojos de un público internacional y  no sólo científico, las maravillas y la fuerza a menudo brutal de un macrocosmo  aún desconocido: clima, flora y fauna marinas o submarinas, corrientes, tempestades y vientos oceánicos, archipiélagos remotos formando casi un infinito corredor entre las olas del Pacífico. Todo ello acompañado por la narración de leyendas y mitos que se convertían en historia. La película ganó el premio Oscar como mejor documental en 1952.  También el libro que describe la empresa, obra del mismo Heyerdahl, fue un éxito; la primera publicación se tituló The Kon-Tiki Expedition: By Raft Across the South Seas; luego hubo una reedición con el título: Kon-Tiki: Across the Pacific in a Raft. (=Kon Tiki, cruzando el Pacífico en una balsa).Gracias a más estudios científicos, hoy sabemos que el Océano Pacífico fue recorrido sobre todo de Occidente a Oriente por los polinesios, extraordinarios marineros que, con sus enormes canoas, perfectos catamaranes, supieron desafiar las más largas distancias marinas : desde Tahiti a las Hawaii, hasta la Nueva Zelanda y la isla de Pascua ;  la navegación de la Kon Tiki  demostró la realidad de los contactos entre las Américas precolombinas y la antiguas poblaciones polinesias, a lo largo de la derrota que había llevado la batata o patata dulce americana, en lengua quechua kumar, a Polinesia , donde todavía se llama kumara.


Nando Pozzoni