
Tema: LA OTRA MITAD
1. LA MITAD DE QUIÉN de Luigi Chiesa
Tu cuerpo está dividido en dos partes, una enferma y otra sana, quizás, de tal manera que las dos lo comparten y logran comunicarse. Un lóbulo del cerebro que ha sorbido todo el seso, que no puede conectarse con el otro, desenchufado. Una mitad blanca y la otra negra, la línea que separa el bien del mal y no sabe diferenciar lo bueno de lo malo.
Cuando te miras al espejo tu idealismo es solo una fachada, la blanca es un tributo glorioso a la vanidad del hombre, al egocentrismo que fortalece tu destino, a tus músculos tallados, pero es sólo la mitad del tamaño que pensé que sería.
– ¿Y la mitad negra? – No responde, es como si fuera una momia seca y encogida. La parte derecha de ti que no se mueve, que huele a carne podrida, una peste que arruina todo, pero la necesitas para sostener la estructura física.
Se salva sólo la de la izquierda, la malvada blanca y esa es sólo la parte cruel, la de la derecha ya no se encuentra, tal vez destruida por el choque con la vida. Es como una máscara pintada, un lado expresa dolor, el otro alegría, un disfraz, una farsa que debes actuar, así que a regañadientes estás obligado a llevarla puesta cada día como una maquinita de control remoto. El lado está paralizado, es feo al verlo, puedes sacudirlo, acariciarlo, apretarlo, pero no responde, está muerto, una parte de ti que se fue para siempre.
Espero ver la mitad del bien cuando sea mayor. La mitad negra.
2. OTRA MITAD de Iris Menegoz
Ser dos.
Morir dos veces.
Sentir el dolor al cuadrado.
Ser dos. Y de repente ser uno.
Acostumbrarse a cerrar los ojos cuando en el espejo roto aparece un fragmento de tu cara.
Ser uno.
Fuimos dos.
Establecer contigo una paz inmensa, definitiva como la muerte.
Ser uno.
Una sombra pequeña en el espacio onírico de un sueño.
3. LA MITAD QUE TE FALTA de Higinio Rodríguez
Siempre suave, dulce y tierna; como crema. Una sola, limpia y pura, organizada y risueña. Un apoyo, la consorte, estatua blanca y duradera…
La imagen que tú adoras hijito.
Pero dentro de esta figura, imagen para ti que me amas y me sueñas, está el dulce ferroso de mis carnes, las tensas trenzas de mis dedos y los ocultos placeres del descuido.
Dentro de este cuerpo que dices tuyo, está la otra mitad. Esa que vibra cuando ve los brazos desnudos y los pantalones ceñidos. Esa que escucha las palabras de los hombres que no quieren el bronce bruñido, sino el caliente fuego de mis piernas, que arden hasta mi ombligo.
4. LA OTRA MITAD de Silvia Zanetto (*).
La otra mitad es la de Javier.
Al principio, intentamos repartirnos las habitaciones, pero no fue posible.
Entonces empezamos a dividir en dos cada cuarto con una cinta adhesiva de color rojo y una línea escarlata -como de sangre no derramada- partió en dos la que había sido nuestra cama, corrió por el suelo, las alfombras, la cómoda, el armario.
Pero todavía no era suficiente.
Entonces dividimos en dos los libros, los fogones, los cuadros, las sartenes, los discos: la cinta adhesiva roja lo marcó y lo partió todo, hasta mis uñas pintadas de carmín, hasta su espuma de afeitar.
Y ahora, ya no sé cuál es mi mitad y cuál la de Javier.
5. DIALOGO de Raffaella Bolletti
I: ¡No puede ser! ¡Otro concierto de música clásica!
D: ¡Vaya! Qué bien el concierto!
I: Al menos quisiera saber quién es el compositor. ¿Y el director de la orquesta, y los instrumentistas? ¿Quiénes son los cantantes líricos?
D: ¡Pero qué pesado eres! Cállate y déjame escuchar.
I: Soy analítico, racional, tengo que sacar conclusiones basadas en la razón y los datos, ya sabes que me fijo en los detalles.”
D: ¡Basta ya! yo no soy racional, soy creativo, intuitivo, sentimental, filosófico”.
I: Siempre me llevas la contraria. Y peor aún, tengo que compartir contigo este espacio limitado.
De repente se hizo el silencio.
I: -¿Qué pasa? ¿Por qué no me habla ¿Dónde estará la otra mitad? la que me hace sonreír, la que me da felicidad y creatividad. Ahora comprendo que solo soy la otra mitad de mí mismo-
I: Mi desesperación es intensa, no quiero quedarme a la deriva, buscándote D., mi existencia depende de la tuya. Siempre estamos discutiendo, nos llevamos como el perro y el gato, pero la verdad es que no podemos vivir separados.
D: ¿Me oyes I.? me afecta una enfermedad. Estoy flotando dentro de una burbuja. Intento hablarte pero no lo consigo. -Mi otra parte no me oye. Mi otra mitad, tan incompleta como yo, ¿me esperaría hasta que me recupere plenamente?
6. FÁBULA POCO NAVIDEÑA DE LA OTRA MITAD de Graziella Boffini
Hay un río en el medio de una bellísima llanura. Las dos partes son iguales, solo la divide un río; por eso las dos poblaciones que durante los siglos han desarrollado acentos diferentes del mismo idioma y otras insignificantes diferencias en los hábitos cotidianos.
Todo iba bien, cada uno de los dos grupos viviendo su vida tranquila y pacíficamente, trabajando la tierra y jugando con los niños en cada parte. Un día, un señor al cual no le gustaba trabajar pero amaba desmesuradamente el poder pensó: ¿qué puedo hacer para vivir sin trabajar y solo mandando? Tuvo una idea genial: empezó a echar la culpa de todo lo que no funcionaba en su país a los de la otra mitad de la llanura. Por ironía de la suerte, lo mismo pasó en la otra parte. Empezaron a gritar en las públicas plazas frases del tipo: «Ellos se visten diferentes que nosotros, incluso tienen otra religión, si llueve demasiado es su culpa que rezan a otros dioses, si las cosechas fracasan ya sabemos por qué. ¡Nosotros moriremos de hambre por su culpa! ¡Malditos sean! ¡Matémoslos a todos!!
Los ánimos se exacerbaron.
Así empezó la guerra que siguió durante siglos y siglos. Ambas partes sufrieron miseria y hambre.
Hubo unos días de armisticio durante los cuales unos pocos inteligentes intentaron hacer pensar a las multitudes enfurecidas, pero estaban demasiado enojados a causa de años de malentendidos y tópicos contra la otra mitad, y dado que se habían quedado tan pobres y miserables era evidente que era culpa de la otra mitad. Por eso la guerra continuó para siempre.
Advertencia: Fábula que contiene una moraleja adaptable a cada país, cada región… son tiempos difíciles.
7. EL FINAL de Jean Claude Fonder
Está cómodamente sentada en la cama. Dos cojines detrás de la espalda. El pelo desesperadamente despeinado. La camisa de noche totalmente escotada, arrugada. Los ojos rojos, brillantes. Está leyendo. En vilo.
Es el último capítulo, dos páginas que leer, último párrafo…
Nooo, acá no puede terminar. Mira desesperadamente las paredes mudas del cuarto. Una lágrima quiere salir, pero la contiene, un esbozo de sonrisa nace en sus labios, se voltea, pone la cabeza en la almohada, abrazándola. Ya está soñando.
8. EL BANQUETE de Adriana Langtry
—¿Sabes qué te digo? —protestó Azucena entrando en la ducha— que Platón me tiene harta. La mujer hablaba consigo misma mientras el chorro de agua caliente le alisaba los cabellos emblanquecidos.
—Estoy harta —decía para sus adentros— con eso de que una vez éramos seres completos, dos en uno, y que por culpa de los aguafiestas de siempre, ¡zas!, nos partieron por la mitad y aquí estamos cargando a cuestas la herida de la nostalgia.
Con los ojos cerrados tanteó la bañera buscando el champú. Se enjabonó de pies a cabeza acompañando los gestos con un rezongo interior que bien podía confundirse con un rezo.
—Eso de que la otra mitad de uno mismo esté vagando por el mundo esperando que uno la encuentre me hace sacar canas verdes. ¿Dónde está? ¿Y por qué no se mueve? ¿Tengo que ser siempre yo quien sale a buscarla? ¡Harta te digo!
Una vez fuera de la ducha, envuelta en una bata mullida, Azucena comenzó a friccionar su cuerpo enjuto. ¿Hasta cuándo? se dijo, mientras limpiaba con la punta de la toalla el espejo opacado. En la luna de cristal la desnudez de su reflejo le trajo a la memoria rostros y nombres de aquellas mitades incompletas que había encontrado a lo largo de su vida y que, por momentos, le habían dado la ilusión de volver a ser dos en uno, piezas complementarias de un mecanismo perfecto, la ilusión de una integridad recuperada por el solo hecho de ser la otra mitad de una mitad.
El teléfono sonó evaporando de golpe la nube de nostalgia que flotaba en el baño. Era tarde. Azucena se emperifolló y con gestos rápidos terminó de arreglarse.
—Estoy harta —susurró como entonando un estribillo. Retocándose los labios se vio linda. Lista, una vez más, para el banquete.
9. LA OTRA MITAD de Gloria Rolfo
La otra mitad es la otra persona que forma la pareja y es justo porque una pareja está formada por dos mitades que forman un entero. Hay una leyenda que cuenta que una vez los seres humanos estaban unidos y era muy felices y estaban de acuerdo pero los dioses envidiosos de la felicidad de los humanos los dividieron y desde entonces las personas van por el mundo para encontrar la mitad de la que fueron separadas, algunas veces la encuentran y otra veces no.
10. LA OTRA MITAD de Olmo Guillermo Liévano
Cuando de niños descubrimos que somos distintos a las niñas, pensamos que antes tuvimos que ser uno solo y que en cualquier momento de nuestras vidas pasadas por alguna razón desconocida, nos fuimos despegando y finalmente dividiéndonos en dos seres separados. Y así llegamos a pensar que estamos destinados a buscar y encontrar en alguna parte la otra mitad extraviada.
Por lo menos a mí me pasó.
Mi descubrimiento y quizás mi primer recuerdo que despertaron esa “ búsqueda” que se nos va toda una vida, se remonta a una edad muy tierna.
Tendría unos dos años…
Por un largo tiempo, siempre hubo en la casa materna un ritual sagrado de todos los días y era la hora de mi baño diario a cargo de dos jóvenes niñeras.
Con ellas siempre llegaba la alegría, los chistes, las pequeñas cosquillas y sus canciones mágicas del mundo de los niños, mientras me quitaban la ropa me metían dentro de un balde o tina redonda de latón, la una con una totuma iba echándome agua calentita en la cabeza y mientras la tina se iba llenando poco a poco, la otra con sus manos enjabonaba todo mi cuerpo muy suave, despacito y yo embriagado en medio de ellas.
Al final la tina llena hasta el borde, eran ya sus cuatro manos tiernas que con sus celestiales voces me transmitían sus almas y acariciaban mi piel con el jabón y el agua.
Un día y nunca supe por qué, no vinieron y las reemplazó una de mis primas, la mayor de cinco años según cuentas que hoy hacemos, me ayudó a quitarme la ropa y yo las suyas, metiéndose también desnuda a la tina y los dos sentados en medio del jabón y el agua, me iniciara ella en el más maravilloso descubrimiento de las dos mitades.
(*).. Micro ganador