Hoy os presento Anna Ronchi, un pilar de la A.C.I. y una cofundadora de nuestra asociación de caligrafía. Anna trabaja en el campo de la publicidad desde años usando la caligrafía y dando cursos. Tengo una amistad muy especial con ella, porque fue mi primera profesora, la que me introdujo en el mundo caligráfico Desde hace pocos años se dedica a dar cursos y conferencias en universidades y a profesoras de escuela primaria para volver a introducir el uso de la caligrafía en las escuelas. Aquí va a ilustraros sus proyectos y los modelos que esta desarrollando en las escuelas.

Hace 25 años aproximadamente, que empecé a difundir el conocimiento de la caligrafía en Italia, tras un periodo de estudio en Inglaterra.
Este país cuenta con una larga tradición de copistas y miniaturistas, iniciada por los monjes, en los primeros siglos del cristianismo. Tradición esta que fue decayendo y debilitándose hasta que Edward Johnston (1871-1944) impulsó su renovación.
En la década de los 90, en Italia, se volvió a hablar de este arte, recuperando parte del significado que tuvo antaño.
Aquí, a falta de un movimiento similar al Arts &Crafts, y por un retraso económico y cultural, los calígrafos han sido relegados a un rol marginal dentro de las artes decorativas, como ejecutores de diplomas, encabezamientos, insignias, carteles….o en las escuelas donde se les asignó la asignatura de caligrafía, que han ido perdiendo importancia hasta su total desaparición en 1972.
Adiós a los cuadernos cubiertos de palotes, círculos, ojales…. Desaparecieron las plumas. Este hecho fue una gran pérdida, que se unió al hecho de que a los niños se les dejó escribir libremente, según modalidades individuales, con resultados que fueron considerados tan respetables como las mejores escrituras.

Con el tiempo, se adquirieron hábitos incorrectos, en la forma y manera de sujetar la pluma con erróneas posturas y presion de la pluma. Hoy, una vez perdidos los profesionales que detentaban el saber y la experiencia en el campo de la caligrafía, jubiladas las últimas maestras que conocían las correctas formas de escritura, los niños se enfrentan a esta etapa del aprendizaje sin la atención necesaria y encontrándose con crecientes dificultades, que se transforman en insuperables en la escuela media y superior.
Después de haber enseñado a jóvenes, en las Escuelas de Diseño de Milán, a conocer y apreciar las letras y los caracteres de ayer y de hoy, y de haber transmitido a los adultos la técnica y las posibilidades de expresión, me intereso desde hace algunos años sobre los problemas y la situación de la enseñanza de la caligrafía a los niños, en la escuela primaria y secundaria italiana.
Algunas páginas literalmente ilegibles, como la que adjunto, me han alarmado por la distorsión del código escrito, que compartimos desde hace muchos siglos con otras personas de nuestra misma cultura, además de que muestran un extremo cansancio detrás de estos signos incontrolados. Pensé que quien escribe de esta forma, no solamente no será agradable a los demás, también personalmente denota una extenuación física. El placer de la escritura que yo he podido experimentar, se está negando a nuestros hijos.


Además, como afirma Gerrit Noordzji, diseñador de caracteres y profesor holandés: la escritura contemporánea (en lugar) está siendo ignorada y se deja en manos de pedagogos que, con un criterio propio, ponen en peligro a una entera civilización. Esta última afirmación puede parecer exagerada pero ¿qué es la civilización occidental, sino la comunidad cultural que se sirve de una misma escritura?
Los pedagogos, en su afán por no molestar a los niños con la introducción al aprendizaje de la escritura, y con esta actitud protectora, minan los cimientos de la civilización occidental.
El alarmante aumento del analfabetismo empieza por la negligencia en la enseñanza de la escritura desde la escuela.
En Italia, en los programas ministeriales no hay ninguna mención ni a la grafía, ni a la caligrafía, y por consiguiente no hay ningún docente que trate la materia en la universidad, por lo que los maestros no tienen ninguna preparación, y se apoyan únicamente en lo que pudieron aprender cuando ellos mismos eran estudiantes.
Por lo tanto, los jóvenes profesores tienen una escritura defectuosa y confunden sus propios trazos en la pizarra con la enseñanza de un modelo que debería ser claro, universal y desde el cual cada alumno podría, sin duda, conseguir una escritura propia.



estudiante de 20 años
De una grafía que expresa malas costumbres, con un excesivo o, más bien, desde la falta de trazos esenciales, con escaso aire entre caracteres….. los niños nunca podrán aprender una modalidad de escritura eficiente, donde cada movimiento de la mano, produzca aquel signo esencial para la comunicación. Aquí hay que recordar que la escritura es una actividad motora, aunque sea de pequeños movimientos y sin embargo, en Italia, generalmente no se practica ningún entrenamiento, en la primaria, para adquirir las habilidades necesarias. Se me dice que no hay tiempo. En muy poco espacio ejecutamos círculos, líneas y en el mismo movimiento desplazamos la mano hacia la derecha. Así tenemos que ejercitar un fuerte control motor, mental y visual para dirigir con exactitud la mano, considerando la altura y los espacios de la escritura, los márgenes y la alineación horizontal.


Entendiendo que no hay acuerdos sobre el modelo, me he dedicado a desarrollar un modelo en letra cursiva (Cursivo 1.0) estructurado, modular y bien explicado, rico en información visual y que no necesita ulteriores aclaraciones.
Actualmente estoy intentando difundir este modelo, las buenas prácticas y el uso de los instrumentos adecuados para la escritura, sea dando conferencias en colegios, en cursos de actualización para profesores a través de la «Associazione Calligrafica Italiana», sea a través de una plataforma de venta www.calligraphystore.it.
Me doy cuenta de que los adultos no consiguen entender la complejidad de la escritura, ya que para bien o para mal, todos han automatizado esta capacidad.
Para los niños es un gran reto, en el momento en que aprenden el valor fonético de las letras y la ortografía.
Por otra parte, en muchas clases se pide escribir en cuatro modalidades diferentes (mayúsculas, minúsculas en letra de molde y mayúsculas y minúsculas en cursiva) y me comentan que las profesoras de ingles, consideran que no se puede escribir la lengua de Shakespeare en cursiva.
La cursiva que se enseña en Italia nace de la cursiva inglesa, pero el adjetivo se perdió por el camino, de aquí la convicción de que el famoso dicho “My taylor is rich” se pueda escribir solamente con caracteres impresos, espaciados como las letras de la máquina de escribir.






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Para algunos niños es un verdadero drama escribir y memorizar cuatro formas distintas de cada letra, sobre todo si esto ocurre en el breve tiempo de un trimestre escolar. Esta parte del aprendizaje está muy infravalorada, todas las atenciones van dirigidas a la adquisición de las competencias lingüísticas. Sin embargo, un docente americano hace hincapié en el hecho de que si el niño posee una escritura ágil, donde tiene bien memorizado el trazo y movimiento, podrá dedicar su atención a otras funciones importantes, como la planificación y exposición del contenido. Sabemos que los jóvenes escriben poco y con modestos resultados, desde el punto de vista ortográfico y literario, y sin embargo muchos adultos coinciden en pensar, que la principal cualidad de la escritura a mano, comparada con la escritura en el teclado, es que esta ayuda en la organización del propio pensamiento.
Enzo Mari, un diseñador milanés, interpreta la escritura en cursiva y el diseño a mano alzada, como dos capacidades para una misma función: “una escritura fluida y rápida, consciente de fijar casi simultáneamente aquel flujo relampagueante que nuestro cerebro produce continuamente”. Así la capacidad de diseñar con velocidad, permite a un arquitecto crear hipótesis, formas, espacios y dimensiones para la mejor realización de un proyecto.

En Italia el debate en diarios y revistas está abierto, muchos intelectuales han escrito preocupados por la pérdida de identidad, de memoria cultural, de belleza, de manualidad, denotando un empobrecimiento general de los jóvenes, que ya no tienen la capacidad de dejar un signo personal que hable de ellos.
Algunos, resignados, hacen notar con nostalgia que están desapareciendo algunas prácticas e instrumentos como consecuencia inevitable de la evolución tecnológica. Otros afirman que a nuestros niños se les tendría que ahorrar este esfuerzo y esta pena de escribir, ya que hoy no es necesaria, siendo sustituida por el teclado ( la pizarra interactiva, la tablet en la escuela..).
A éstos responde Francesco Tomatis, recordando que es fundamental la importancia de que el niño pueda usar la mano y afine la sensibilidad de la misma, ya que su descubrimiento del mundo y su desarrollo cerebral, dependerán de esto. El autor afirma: “Se trata entonces de una verdadera amputación de las manos de los niños, el cambio antropológico en curso en las escuelas italianas, ha derivado, como las peores modas consumistas y homologables, en las últimas innovaciones tecnológicas, más que en la teoría evolutiva americana”
Con esto he intentado ilustrar la situación italiana y he expuesto mi idea acerca de la importancia de la caligrafía como una disciplina con fuertes reglas y demarcaciones, que nacen del orden y de la geometría; podría hablar de las implicaciones en las matemáticas y en los números (Ana Millan Gasca, docente de Geometría en la universidad de Romatre, ha tenido la intuición de investigar las relaciones entre geometría y escritura) pero abriría otro capítulo desgarrador: se sabe que los niños chinos (que además tienen que ejercitarse intensamente en la memorización de muchos signos, en la ejecución de los trazos, el control del espaciado y la orientación) tienen mejores resultados en cálculo que los niños occidentales, me pregunto cómo se percibe este argumento en los países de lengua castellana, si hay debate, o si no hay interés, cuales son las opiniones que prevalecen, si hay resignación o, en su lugar, señales de alarma.
Anna Ronchi


