Como vengo haciendo desde hace 15 años, el pasado verano pasé el mes de julio en Aguamarga, un pueblecito costero dentro del Parque natural de Cabo de Gata, cerca de Almería.
Me gusta mucho pasear por la playa, entre las siete y las ocho de la mañana, cuando no hay casi humanos alrededor, solo alguno corriendo con su perro. Me fascinan las huellas de gaviotas, perros y sandalias formando caligrafías espontáneas muy interesantes, de modo que, cada año, saco muchas fotografías. Paseando por la orilla del mar que lame mis pies, miro las caligrafías creadas por olas pequeñas con vagas espumas esfumándose rápidamente, y dejando mensajes en un idioma desconocido.
De vez en cuando cojo unas pequeñas piedras que después fotografío, amplío y pinto con acuarelas; realicé en este modo una serie que titulé «Piedras hablándome».
Este año fui de paseo con un barco bordeando la costa, descubriendo otras caligrafías sobre los acantilados y las rocas; partiendo de las fotos me propongo dibujar y pintar caligrafías indescifrables.
Todo esto para deciros que se pueden encontrar caligrafías en lugares insólitos y se puede disfrutar reconociéndolas.